Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
...de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.
Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas.
Que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.
Joan Manuel Serrat
sábado, 4 de diciembre de 2010
lunes, 15 de noviembre de 2010
La virtud de la Lealtad
LEALTAD
Las lealtades de un hombre configuran el mosaico que muestra la clase de persona que cada uno ha escogido ser en la vida. Tus lealtades configuran en cierto sentido tu personalidad.
Lealtad indica la cualidad interior de rectitud y franqueza, de fidelidad y constancia a la palabra dada, a las personas e instituciones y también al propio honor personal. La lealtad es muy diferente del servilismo en el que con frecuencia caen los hombres cuando esperan o buscan conseguir algo que los ha cegado. La lealtad obra en un nivel más alto. Es como el coraje que se manifiesta con mayor claridad cuando se trabaja bajo presión. La lealtad sobrevive a las dificultades, sean externas o internas, a los contratiempos, resiste la tentación y no se acobarda ante los ataques. La lealtad vivida por un hombre engendra la confianza y conserva la amistad.
Incluye algunos elementos constitutivos como la necesaria adhesión de la persona humana a otro, particularmente a la religión, a la patria, a los jefes, a los grupos, a los movimientos en cuanto éstos representan un conjunto de valores dentro de la historia. Por tanto, la lealtad como superación del individualismo, y que engendra ineludiblemente un vínculo interior correspondiente a los lazos externos.
Otro rasgo constitutivo es su triunfo sobre el tiempo, la lealtad no es pasajera: perenniza amistades e instituciones, a pesar y gracias a las tribulaciones y crisis por las que puedan pasar. Estas crisis y dificultades son la autentificación de la lealtad.
Sin embargo, esta virtud no garantiza siempre una acción correcta que requiere algo más que buenas intenciones. La acción correcta requiere además la sabiduría para discernir lo correcto y la voluntad para realizarlo. La lealtad no implica tampoco de por sí simpatía con aquellos a quienes somos leales, ni de ellos a nosotros. La lealtad es muy diferente de la amistad, aunque a menudo van de la mano.
Podemos descubrir dos niveles: lealtad como vínculo interpersonal y como compromiso social. En el primer caso es una adhesión de naturaleza espiritual que une a dos personas en un tipo de promesa de fidelidad más o menos implícita. Un ejemplo muy concreto es el de David que permanece leal al rey Saúl, el ungido del Señor, aún cuando éste intenta matarlo. En dos ocasiones, nos narra la Biblia, David tiene la oportunidad de acabar con la vida de Saúl pero se abstiene de hacerlo por lealtad.
La ruptura de este vínculo personal constituye una traición o desprecio a la palabra dada de manera recíproca. La deslealtad ha sido siempre considerada como un envilecimiento de la persona en todas las culturas. Como botón de muestra basta pensar en la traición de Judas que resulta incomprensible o en la negación de Pedro que nos confunde y en la que tantas veces nos vemos identificados.
En el segundo caso se trata de una lealtad en el campo social que establece un vínculo interior, una adhesión propiamente humana, es decir, consciente, constructiva, y permanente a la sociedad, a los regímenes, a las instituciones y a los guías que los gobiernan. Es el caso del juramento de lealtad que presta el presidente a la constitución o los ciudadanos a la bandera. Es, aunque en otro plano superior, la Alianza entre Dios y el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento: Dios en el Sinaí comprometiéndose da su palabra e igualmente el pueblo de la Alianza se empeña en guardar lealmente el pacto con el Señor: «Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo».
Nuestras lealtades van evolucionando con nuestra vida en la medida que vamos descubriendo en ellas la verdad. Y puede llegar el momento de encontrarnos con lealtades aparentemente conflictivas que pueden imponernos decisiones desagradables. Conviene clarificar la diferencia entre una decisión desagradable y una decisión difícil, porque a menudo se confunden decisiones fáciles pero desagradables llamándolas difíciles.
Se necesita muchas veces una inteligencia perspicaz para resolver las dificultades que las lealtades conflictivas nos presentan. Cristo lo hizo con su memorable frase: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt. 22,21). La mayoría de los casos no son tan excepcionales. Son raras las veces en que no podemos ser leales a Dios y a la patria al mismo tiempo.
Grande es el alma de aquel que ha sabido conservarse leal a sus valores toda una vida y más bella es aún el alma de aquellos que han recibido el sello que autentifica su lealtad: el sufrimiento y no se han echado atrás. Las personas más leales en este sentido son los mártires cristianos.
Las lealtades de un hombre configuran el mosaico que muestra la clase de persona que cada uno ha escogido ser en la vida. Tus lealtades configuran en cierto sentido tu personalidad.
Lealtad indica la cualidad interior de rectitud y franqueza, de fidelidad y constancia a la palabra dada, a las personas e instituciones y también al propio honor personal. La lealtad es muy diferente del servilismo en el que con frecuencia caen los hombres cuando esperan o buscan conseguir algo que los ha cegado. La lealtad obra en un nivel más alto. Es como el coraje que se manifiesta con mayor claridad cuando se trabaja bajo presión. La lealtad sobrevive a las dificultades, sean externas o internas, a los contratiempos, resiste la tentación y no se acobarda ante los ataques. La lealtad vivida por un hombre engendra la confianza y conserva la amistad.
Incluye algunos elementos constitutivos como la necesaria adhesión de la persona humana a otro, particularmente a la religión, a la patria, a los jefes, a los grupos, a los movimientos en cuanto éstos representan un conjunto de valores dentro de la historia. Por tanto, la lealtad como superación del individualismo, y que engendra ineludiblemente un vínculo interior correspondiente a los lazos externos.
Otro rasgo constitutivo es su triunfo sobre el tiempo, la lealtad no es pasajera: perenniza amistades e instituciones, a pesar y gracias a las tribulaciones y crisis por las que puedan pasar. Estas crisis y dificultades son la autentificación de la lealtad.
Sin embargo, esta virtud no garantiza siempre una acción correcta que requiere algo más que buenas intenciones. La acción correcta requiere además la sabiduría para discernir lo correcto y la voluntad para realizarlo. La lealtad no implica tampoco de por sí simpatía con aquellos a quienes somos leales, ni de ellos a nosotros. La lealtad es muy diferente de la amistad, aunque a menudo van de la mano.
Podemos descubrir dos niveles: lealtad como vínculo interpersonal y como compromiso social. En el primer caso es una adhesión de naturaleza espiritual que une a dos personas en un tipo de promesa de fidelidad más o menos implícita. Un ejemplo muy concreto es el de David que permanece leal al rey Saúl, el ungido del Señor, aún cuando éste intenta matarlo. En dos ocasiones, nos narra la Biblia, David tiene la oportunidad de acabar con la vida de Saúl pero se abstiene de hacerlo por lealtad.
La ruptura de este vínculo personal constituye una traición o desprecio a la palabra dada de manera recíproca. La deslealtad ha sido siempre considerada como un envilecimiento de la persona en todas las culturas. Como botón de muestra basta pensar en la traición de Judas que resulta incomprensible o en la negación de Pedro que nos confunde y en la que tantas veces nos vemos identificados.
En el segundo caso se trata de una lealtad en el campo social que establece un vínculo interior, una adhesión propiamente humana, es decir, consciente, constructiva, y permanente a la sociedad, a los regímenes, a las instituciones y a los guías que los gobiernan. Es el caso del juramento de lealtad que presta el presidente a la constitución o los ciudadanos a la bandera. Es, aunque en otro plano superior, la Alianza entre Dios y el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento: Dios en el Sinaí comprometiéndose da su palabra e igualmente el pueblo de la Alianza se empeña en guardar lealmente el pacto con el Señor: «Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo».
Nuestras lealtades van evolucionando con nuestra vida en la medida que vamos descubriendo en ellas la verdad. Y puede llegar el momento de encontrarnos con lealtades aparentemente conflictivas que pueden imponernos decisiones desagradables. Conviene clarificar la diferencia entre una decisión desagradable y una decisión difícil, porque a menudo se confunden decisiones fáciles pero desagradables llamándolas difíciles.
Se necesita muchas veces una inteligencia perspicaz para resolver las dificultades que las lealtades conflictivas nos presentan. Cristo lo hizo con su memorable frase: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt. 22,21). La mayoría de los casos no son tan excepcionales. Son raras las veces en que no podemos ser leales a Dios y a la patria al mismo tiempo.
Grande es el alma de aquel que ha sabido conservarse leal a sus valores toda una vida y más bella es aún el alma de aquellos que han recibido el sello que autentifica su lealtad: el sufrimiento y no se han echado atrás. Las personas más leales en este sentido son los mártires cristianos.
domingo, 31 de octubre de 2010
Facebook y la publicidad
Facebook y el problema de la privacidad
No todo es culpa de Mark Zuckerberg
Cuando nació Facebook en 2005, bien pronto se colocó entre las preferencias de millones de usuarios dispuestos a ofrecer e intercambiar información sobre la propia vida a sus amigos y conocidos.
Pero la apuesta enseguida sugirió dilemas sobre la conveniencia de que ese material estuviera también disponible para ‘los amigos de los amigos’ y terminara en manos equivocadas. La inquietud se agravó todavía más en virtud de que esa información personal supuestamente protegida quedó al descubierto en buscadores comerciales como Google.
Periódicos como The Wall Street Journal revelaron también que la famosa red social fundada por el joven estudiante de psicología de la Universidad de Harvard Mark Zuckerberg estaba sublicenciando los datos de sus usuarios a terceros, concretamente a anunciantes.
En diciembre de 2009 Facebook emprendió algunas modificaciones de cara a garantizar la privacidad de los datos de sus usuarios, quienes podrían elegir libremente con quién compartir información. De ahí nacieron las 50 diferentes configuraciones y las 170 opciones para decidir con quién y cómo compartirla, con la confusión que eso implicó.
Voces en contra
En abril de 2010, una aplicación de la red social invitaba a compartir los gustos de los usuarios en páginas públicas. De hecho se ejecutó, a pesar de que la persona no hubiera aceptado. Fue entonces cuando algunos gobiernos y asociaciones de usuarios de Internet alzaron la voz.
A mediados de mayo de 2010, Facebook anunció la reconsideración de las políticas de privacidad y el 25 de mayo del mismo año se hacían oficiales cuáles serían esas políticas (se hicieron públicas en el blog oficial de Facebook:
http://blog.facebook.com/blog.php?post=391922327130).
¿Cuáles son los cambios? Tres, esencialmente: “Un mando único para el contenido, controles más potentes para tu información básica y un control fácil para apagar todas las aplicaciones”.
Quizá quedaban mejor explicados y analizados en el blog Contando Estrellas (http://www.outono.net/elentir/):
“Los cambios más escandalosos han sido los relativos a la sección “Amigos, etiquetas y conexiones” dentro de la Configuración de Privacidad”.
“Estos últimos días Facebook ha obligado a cambiar el viejo modelo de relación de gustos personales a los que aún nos resistíamos a adoptar el nuevo. Los cambios me han animado a revisar qué información ha hecho pública Facebook de mi perfil sin previo aviso. Mi sorpresa ha sido encontrarme con que Facebook ha abierto a todo el mundo los datos sobre ciudad de origen y residencia, formación y empleo, actividades, intereses y gustos. Millones de personas que habían decidido mantener cierto grado de privacidad sobre una parte o la totalidad de esos datos los tienen ahora expuestos al público sin saberlo”.
“Os aconsejo a todos pulsar aquí y revisar la configuración de privacidad de vuestras cuentas en Facebook, es muy posible que os llevéis más de una sorpresa. Os recuerdo, además, que desde el cambio de privacidad implementado en diciembre, Facebook publica la foto de perfil de sus usuarios aunque antes de ese cambio éstos hubiesen indicado que deseaban mantenerla en privado. Personalmente me quedo perplejo ante la tremenda ligereza que demuestra Facebook en lo relativo a la intimidad de sus usuarios y a la libertad de éstos para decidir qué relaciones quieren establecer en esa red. El pasado sábado Zuckerberg aseguraba que “los usuarios de Facebook no quieren una privacidad absoluta”, una declaración sorprendente teniendo en cuenta que esa red social ya tiene unos 400 millones de usuarios. ¿Ha hecho Zuckerberg una encuesta global entre todos ellos o ha decidido erigirse por su cuenta y riesgo en nuestro portavoz sin habernos consultado antes qué es lo que queremos?”.
Es evidente que Facebook no es una obra de caridad católica o una Organización No Gubernamental de carácter filantrópico. Precisa de ganancias para seguir funcionando y las ganancias dependen, en buena medida, de los datos que los usuarios libremente cargan.
El problema de la privacidad, que ya ha tenido tristes consecuencias, incluso se ha cobrado vidas por concepto de secuestros, o robos de contraseñas –por ejemplo–, es una responsabilidad compartida entre la organización que da el servicio y el usuario que sabe a qué se compromete y qué carga en la red.
Después de todo, nadie obliga a que alguien suba determinada información y las políticas de privacidad son visibles y a ellas se compromete sin coerción quien usa el servicio cuando acepta las condiciones de uso.
Cinco consejos prácticos
Y todo lo anterior, en cuanto responsabilidad compartida, invita precisamente a un uso maduro de esos medios. Fijándonos concretamente en el tema de la privacidad, a continuación cinco consejos prácticos que pueden ayudar a protegerse:
1. Autogobierno. Nosotros somos quienes controlamos el propio perfil, no el perfil quien nos controla a nosotros. El deseo de ser conocido no puede estar por encima de nuestra propia seguridad.
2. Respetar a los otros. Regla de oro: no hacer al otro lo que no me gustaría que me hicieran a mí.
3. Cambiar los datos de acceso. Si uso varias redes sociales, que no sea la misma clave que la del mail, que la de la tarjeta de crédito, el seguro médico, etc. Siempre una diferente. Así si roban una clave, robarán sólo esa clave.
4. Estar informados. Leer las letras pequeñas, saber a qué nos comprometemos, en dónde puede terminar nuestra información. No podemos quejarnos de lo que se nos avisó antes. Como dice el refrán: sobre aviso, no hay engaño.
5. Fijarse en los niveles de privacidad. Conocerlos y aplicarlos.
Como queda dicho, el problema de la privacidad no es sólo un problema de Facebook.
No todo es culpa de Mark Zuckerberg
Cuando nació Facebook en 2005, bien pronto se colocó entre las preferencias de millones de usuarios dispuestos a ofrecer e intercambiar información sobre la propia vida a sus amigos y conocidos.
Pero la apuesta enseguida sugirió dilemas sobre la conveniencia de que ese material estuviera también disponible para ‘los amigos de los amigos’ y terminara en manos equivocadas. La inquietud se agravó todavía más en virtud de que esa información personal supuestamente protegida quedó al descubierto en buscadores comerciales como Google.
Periódicos como The Wall Street Journal revelaron también que la famosa red social fundada por el joven estudiante de psicología de la Universidad de Harvard Mark Zuckerberg estaba sublicenciando los datos de sus usuarios a terceros, concretamente a anunciantes.
En diciembre de 2009 Facebook emprendió algunas modificaciones de cara a garantizar la privacidad de los datos de sus usuarios, quienes podrían elegir libremente con quién compartir información. De ahí nacieron las 50 diferentes configuraciones y las 170 opciones para decidir con quién y cómo compartirla, con la confusión que eso implicó.
Voces en contra
En abril de 2010, una aplicación de la red social invitaba a compartir los gustos de los usuarios en páginas públicas. De hecho se ejecutó, a pesar de que la persona no hubiera aceptado. Fue entonces cuando algunos gobiernos y asociaciones de usuarios de Internet alzaron la voz.
A mediados de mayo de 2010, Facebook anunció la reconsideración de las políticas de privacidad y el 25 de mayo del mismo año se hacían oficiales cuáles serían esas políticas (se hicieron públicas en el blog oficial de Facebook:
http://blog.facebook.com/blog.php?post=391922327130).
¿Cuáles son los cambios? Tres, esencialmente: “Un mando único para el contenido, controles más potentes para tu información básica y un control fácil para apagar todas las aplicaciones”.
Quizá quedaban mejor explicados y analizados en el blog Contando Estrellas (http://www.outono.net/elentir/):
“Los cambios más escandalosos han sido los relativos a la sección “Amigos, etiquetas y conexiones” dentro de la Configuración de Privacidad”.
“Estos últimos días Facebook ha obligado a cambiar el viejo modelo de relación de gustos personales a los que aún nos resistíamos a adoptar el nuevo. Los cambios me han animado a revisar qué información ha hecho pública Facebook de mi perfil sin previo aviso. Mi sorpresa ha sido encontrarme con que Facebook ha abierto a todo el mundo los datos sobre ciudad de origen y residencia, formación y empleo, actividades, intereses y gustos. Millones de personas que habían decidido mantener cierto grado de privacidad sobre una parte o la totalidad de esos datos los tienen ahora expuestos al público sin saberlo”.
“Os aconsejo a todos pulsar aquí y revisar la configuración de privacidad de vuestras cuentas en Facebook, es muy posible que os llevéis más de una sorpresa. Os recuerdo, además, que desde el cambio de privacidad implementado en diciembre, Facebook publica la foto de perfil de sus usuarios aunque antes de ese cambio éstos hubiesen indicado que deseaban mantenerla en privado. Personalmente me quedo perplejo ante la tremenda ligereza que demuestra Facebook en lo relativo a la intimidad de sus usuarios y a la libertad de éstos para decidir qué relaciones quieren establecer en esa red. El pasado sábado Zuckerberg aseguraba que “los usuarios de Facebook no quieren una privacidad absoluta”, una declaración sorprendente teniendo en cuenta que esa red social ya tiene unos 400 millones de usuarios. ¿Ha hecho Zuckerberg una encuesta global entre todos ellos o ha decidido erigirse por su cuenta y riesgo en nuestro portavoz sin habernos consultado antes qué es lo que queremos?”.
Es evidente que Facebook no es una obra de caridad católica o una Organización No Gubernamental de carácter filantrópico. Precisa de ganancias para seguir funcionando y las ganancias dependen, en buena medida, de los datos que los usuarios libremente cargan.
El problema de la privacidad, que ya ha tenido tristes consecuencias, incluso se ha cobrado vidas por concepto de secuestros, o robos de contraseñas –por ejemplo–, es una responsabilidad compartida entre la organización que da el servicio y el usuario que sabe a qué se compromete y qué carga en la red.
Después de todo, nadie obliga a que alguien suba determinada información y las políticas de privacidad son visibles y a ellas se compromete sin coerción quien usa el servicio cuando acepta las condiciones de uso.
Cinco consejos prácticos
Y todo lo anterior, en cuanto responsabilidad compartida, invita precisamente a un uso maduro de esos medios. Fijándonos concretamente en el tema de la privacidad, a continuación cinco consejos prácticos que pueden ayudar a protegerse:
1. Autogobierno. Nosotros somos quienes controlamos el propio perfil, no el perfil quien nos controla a nosotros. El deseo de ser conocido no puede estar por encima de nuestra propia seguridad.
2. Respetar a los otros. Regla de oro: no hacer al otro lo que no me gustaría que me hicieran a mí.
3. Cambiar los datos de acceso. Si uso varias redes sociales, que no sea la misma clave que la del mail, que la de la tarjeta de crédito, el seguro médico, etc. Siempre una diferente. Así si roban una clave, robarán sólo esa clave.
4. Estar informados. Leer las letras pequeñas, saber a qué nos comprometemos, en dónde puede terminar nuestra información. No podemos quejarnos de lo que se nos avisó antes. Como dice el refrán: sobre aviso, no hay engaño.
5. Fijarse en los niveles de privacidad. Conocerlos y aplicarlos.
Como queda dicho, el problema de la privacidad no es sólo un problema de Facebook.
lunes, 18 de octubre de 2010
Enseñar a pensar
La verdad suplantada por ideologías: el pensamiento por el sentimiento
No hace mucho tiempo, Juan Pablo II se dirigía a los jóvenes, en Francia, con las siguientes palabras: "¡Aprended a reflexionar más y más, aprended a pensar! Los estudios que hacéis deben ser un momento privilegiado de aprendizaje para la vida del espíritu ¡Desenmascarad los slogans, los falsos valores, los espejismos, los caminos sin salida!"
¿Acaso los humanos no estamos pensando siempre? El Papa parece indicar que no tanto como creemos. Pensar, ponderar, pondus. "Pensar" sugiere algo de peso: gravedad, consistencia, seriedad, solidez.
Lo más grave
¿Qué es lo más grave que sucede hoy en día? Recuerdo una lección del profesor Leonardo Polo, en la que aseguraba que lo más grave que hoy sucede es que no sucede el pensar. Y a la vuelta de seis lustros parece que el diagnóstico sobre la situación de nuestra sociedad sigue siendo el mismo: no se quiere pensar.
Julián Marías ha advertido que esta sociedad peca de omisión en el pensamiento. ¿Cuántos filósofos de finales del siglo XX - se pregunta-, serán estudiados en los manuales del siglo próximo?
Esta crisis, aunque parcial, se manifiesta también en los hábitos del ciudadano medio: pocos leen un artículo de periódico que desarrolle algún tema de pensamiento; esto es frecuente incluso entre personas que tienen enmarcado un título universitario.
La verdad suplantada por ideologías: el pensamiento por el sentimiento
El pensamiento acerca de la verdad de las cosas ha sido sustituido por ideologías que hacen agua apenas nacen. De otra parte, lo que parece interesar más en la actualidad es no el pensamiento sino lo que alguien ha llamado con humor y acierto, "sensamiento". Se presta mucha atención a lo que "se siente", si se siente mucho o se siente poco, si lo siento o si no lo siento. Es un modo de vivir sobre fundamentos inconsistentes e inestables; un modo de discurrir un tanto irracional, porque procede de vacíos del alma y se desarrolla en la epidermis de la existencia, o en los espacios etéreos de la ficción o del formalismo verbal y la logomaquia.
No se piensa en lo que hay y en lo que son en el fondo las cosas. No se piensa por ejemplo si esto o aquello es "medio" o "fin". Se renuncia a proseguir aquella tarea emprendida con tanto entusiasmo cuando éramos niños: averiguar hasta el último porqué de las cosas. ¿No es cierto -como escribió José María Albareda- que "hay algo en las cosas que las convierte en cautivadora estancia del pensar"? Sin embargo, lo que dijo San Anselmo, que "sólo unos pocos piensan en la verdad de las cosas", parece ser una constante histórica.
Quizá suceda porque debemos "aprender a pensar" y no se enseña suficientemente, cuando ambas cosas constituyen un importante deber. En frase de Alejandro LLano, "pensar, enseñar a pensar, aprender a pensar, es la triple obligación de la inteligencia". Se trata sin duda de una obligación estrictamente moral, pues la razón es la facultad que Dios nos ha dado para descubrir el bien y regir toda nuestra conducta.
¿Por qué a menudo hay miedo a pensar, miedo a la luz y a la libertad del pensador auténtico? Quizá porque cualquier rayo de luz nos guía hacia el sol, y no siempre el hombre se encuentra dispuesto a interesarse por la fuente de la luz y de la vida que puede saciar su más profunda sed.
En que consiste pensar bien
"El pensar bien -dice Balmes, con acierto- consiste, o en conocer la verdad, o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas... "Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir, la realidad de las cosas. ¿De qué sirve discurrir con sutileza, o con profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme con la realidad?
"El buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no más de lo que hay. Ciertos hombres tienen talento para ver mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay, y nada de lo que hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran abundante materia para discurrir con profusión, formando, como suele decirse, castillos en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes.
"Otros adolecen del defecto contrario; ven bien, pero poco; el objeto no se les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada. Estos se inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen a los que no han salido nunca de su país: fuera del horizonte a que están acostumbrados, se imaginan que no hay más mundo.
Un entendimiento claro, capaz y exacto, abarca el objeto entero; le mira por todos sus lados, en todas sus relaciones con lo que le rodea. La conversación y los escritos de esos hombres privilegiados se distinguen por su claridad, precisión y exactitud. En cada palabra encontráis una idea, y esta idea véis que corresponde a la realidad de las cosas. Os ilustran, os convencen, os dejan plenamente satisfechos; decís con entero entendimiento: "sí, es verdad, tiene razón". Para seguirlos en sus discursos no necesitáis esforzaros; parece que andáis por un camino llano, y que el que habla sólo se ocupa de haceros notar con oportunidad los objetos que encontráis a vuestro paso. Si explican una materia difícil y abstrusa, también os ahorran mucho tiempo y fatiga (...)
"Echase pues de ver que el arte de pensar bien no interesa solamente a los filósofos, sino también a las gentes más sencillas. El entendimiento es un don precioso que nos ha otorgado el Criador, es la luz que se nos ha dado para guiarnos en nuestras acciones; y claro es que uno de los primeros cuidados que debe ocupar al hombre es tener bien arreglada esta luz. Si ella falta nos quedamos a oscuras, andamos a tientas; y por este motivo es necesario no dejarla que se apague. No debemos tener el entendimiento en inacción con peligro de que se ponga obtuso y estúpido; y por otra parte, cuando nos proponemos ejercitarle y avivarle, conviene que su luz sea buena para que no nos deslumbre, bien dirigida para que no nos extravíe"
Es obvio que una de las más importantes facetas de la educación -si no la que más- es la del pensamiento, pues al intelecto toca regir la conducta humana toda, llevarla a buen fin, a buen puerto, al Fin final que da sentido a todo el existir
No hace mucho tiempo, Juan Pablo II se dirigía a los jóvenes, en Francia, con las siguientes palabras: "¡Aprended a reflexionar más y más, aprended a pensar! Los estudios que hacéis deben ser un momento privilegiado de aprendizaje para la vida del espíritu ¡Desenmascarad los slogans, los falsos valores, los espejismos, los caminos sin salida!"
¿Acaso los humanos no estamos pensando siempre? El Papa parece indicar que no tanto como creemos. Pensar, ponderar, pondus. "Pensar" sugiere algo de peso: gravedad, consistencia, seriedad, solidez.
Lo más grave
¿Qué es lo más grave que sucede hoy en día? Recuerdo una lección del profesor Leonardo Polo, en la que aseguraba que lo más grave que hoy sucede es que no sucede el pensar. Y a la vuelta de seis lustros parece que el diagnóstico sobre la situación de nuestra sociedad sigue siendo el mismo: no se quiere pensar.
Julián Marías ha advertido que esta sociedad peca de omisión en el pensamiento. ¿Cuántos filósofos de finales del siglo XX - se pregunta-, serán estudiados en los manuales del siglo próximo?
Esta crisis, aunque parcial, se manifiesta también en los hábitos del ciudadano medio: pocos leen un artículo de periódico que desarrolle algún tema de pensamiento; esto es frecuente incluso entre personas que tienen enmarcado un título universitario.
La verdad suplantada por ideologías: el pensamiento por el sentimiento
El pensamiento acerca de la verdad de las cosas ha sido sustituido por ideologías que hacen agua apenas nacen. De otra parte, lo que parece interesar más en la actualidad es no el pensamiento sino lo que alguien ha llamado con humor y acierto, "sensamiento". Se presta mucha atención a lo que "se siente", si se siente mucho o se siente poco, si lo siento o si no lo siento. Es un modo de vivir sobre fundamentos inconsistentes e inestables; un modo de discurrir un tanto irracional, porque procede de vacíos del alma y se desarrolla en la epidermis de la existencia, o en los espacios etéreos de la ficción o del formalismo verbal y la logomaquia.
No se piensa en lo que hay y en lo que son en el fondo las cosas. No se piensa por ejemplo si esto o aquello es "medio" o "fin". Se renuncia a proseguir aquella tarea emprendida con tanto entusiasmo cuando éramos niños: averiguar hasta el último porqué de las cosas. ¿No es cierto -como escribió José María Albareda- que "hay algo en las cosas que las convierte en cautivadora estancia del pensar"? Sin embargo, lo que dijo San Anselmo, que "sólo unos pocos piensan en la verdad de las cosas", parece ser una constante histórica.
Quizá suceda porque debemos "aprender a pensar" y no se enseña suficientemente, cuando ambas cosas constituyen un importante deber. En frase de Alejandro LLano, "pensar, enseñar a pensar, aprender a pensar, es la triple obligación de la inteligencia". Se trata sin duda de una obligación estrictamente moral, pues la razón es la facultad que Dios nos ha dado para descubrir el bien y regir toda nuestra conducta.
¿Por qué a menudo hay miedo a pensar, miedo a la luz y a la libertad del pensador auténtico? Quizá porque cualquier rayo de luz nos guía hacia el sol, y no siempre el hombre se encuentra dispuesto a interesarse por la fuente de la luz y de la vida que puede saciar su más profunda sed.
En que consiste pensar bien
"El pensar bien -dice Balmes, con acierto- consiste, o en conocer la verdad, o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas... "Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir, la realidad de las cosas. ¿De qué sirve discurrir con sutileza, o con profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme con la realidad?
"El buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no más de lo que hay. Ciertos hombres tienen talento para ver mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay, y nada de lo que hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran abundante materia para discurrir con profusión, formando, como suele decirse, castillos en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes.
"Otros adolecen del defecto contrario; ven bien, pero poco; el objeto no se les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada. Estos se inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen a los que no han salido nunca de su país: fuera del horizonte a que están acostumbrados, se imaginan que no hay más mundo.
Un entendimiento claro, capaz y exacto, abarca el objeto entero; le mira por todos sus lados, en todas sus relaciones con lo que le rodea. La conversación y los escritos de esos hombres privilegiados se distinguen por su claridad, precisión y exactitud. En cada palabra encontráis una idea, y esta idea véis que corresponde a la realidad de las cosas. Os ilustran, os convencen, os dejan plenamente satisfechos; decís con entero entendimiento: "sí, es verdad, tiene razón". Para seguirlos en sus discursos no necesitáis esforzaros; parece que andáis por un camino llano, y que el que habla sólo se ocupa de haceros notar con oportunidad los objetos que encontráis a vuestro paso. Si explican una materia difícil y abstrusa, también os ahorran mucho tiempo y fatiga (...)
"Echase pues de ver que el arte de pensar bien no interesa solamente a los filósofos, sino también a las gentes más sencillas. El entendimiento es un don precioso que nos ha otorgado el Criador, es la luz que se nos ha dado para guiarnos en nuestras acciones; y claro es que uno de los primeros cuidados que debe ocupar al hombre es tener bien arreglada esta luz. Si ella falta nos quedamos a oscuras, andamos a tientas; y por este motivo es necesario no dejarla que se apague. No debemos tener el entendimiento en inacción con peligro de que se ponga obtuso y estúpido; y por otra parte, cuando nos proponemos ejercitarle y avivarle, conviene que su luz sea buena para que no nos deslumbre, bien dirigida para que no nos extravíe"
Es obvio que una de las más importantes facetas de la educación -si no la que más- es la del pensamiento, pues al intelecto toca regir la conducta humana toda, llevarla a buen fin, a buen puerto, al Fin final que da sentido a todo el existir
martes, 28 de septiembre de 2010
Pensamiento en mi cumpleaños: para que no pase a ti ni ami
De tanto correr por la vida sin freno
Me olvidé que la vida se vive un momento
De tanto querer ser en todo el primero
Me olvidé de vivir los detalles pequeños.
De tanto jugar con los sentimientos
Viviendo de aplausos envueltos en sueños
De tanto gritar mis canciones al viento
Ya no soy como ayer, ya no se lo que siento
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
De tanto cantarle al amor y la vida
Me quede sin amor una noche de un día
De tanto jugar con quien yo más quería
Perdí sin querer lo mejor que tenía.
De tanto ocultar la verdad con mentiras
Me engañé sin saber que era yo quien perdía
De tanto esperar, yo que nunca ofrecía
Hoy me toca llorar, yo que siempre reía.
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
De tanto correr por ganar tiempo al tiempo
Queriendo robarle a mis noches el sueño
De tanto fracasos, de tantos intentos
Por querer descubrir cada día algo nuevo.
De tanto jugar con los sentimientos
Viviendo de aplausos envueltos en sueños
De tanto gritar mis canciones al viento
Ya no soy como ayer, ya no se lo que siento.
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
JULIO IGLESIAS
Me olvidé que la vida se vive un momento
De tanto querer ser en todo el primero
Me olvidé de vivir los detalles pequeños.
De tanto jugar con los sentimientos
Viviendo de aplausos envueltos en sueños
De tanto gritar mis canciones al viento
Ya no soy como ayer, ya no se lo que siento
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
De tanto cantarle al amor y la vida
Me quede sin amor una noche de un día
De tanto jugar con quien yo más quería
Perdí sin querer lo mejor que tenía.
De tanto ocultar la verdad con mentiras
Me engañé sin saber que era yo quien perdía
De tanto esperar, yo que nunca ofrecía
Hoy me toca llorar, yo que siempre reía.
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
De tanto correr por ganar tiempo al tiempo
Queriendo robarle a mis noches el sueño
De tanto fracasos, de tantos intentos
Por querer descubrir cada día algo nuevo.
De tanto jugar con los sentimientos
Viviendo de aplausos envueltos en sueños
De tanto gritar mis canciones al viento
Ya no soy como ayer, ya no se lo que siento.
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
Me olvidé de vivir
JULIO IGLESIAS
domingo, 19 de septiembre de 2010
Recordando a John Henry Newman en el día de su beatificación
Recordando a John Henry Newman en el día de su beatificación
Discurso de Newman en Roma al recibir el Biglietto que le anunciaba su designación cardenalicia (12 de mayo de 1879)
Este domingo, 19 de septiembre del 2010, Benedicto XVI beatificará a John Henry Newman.
Recordamos sus palabras cuando recibió de León XIII el capelo cardenalicio
"Me alegra decir que me he opuesto desde el comienzo a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años, he resistido con lo mejor de mis fuerzas al espíritu del liberalismo en religión. ¡Nunca la Santa Iglesia necesitó defensores contra él con más urgencia que ahora, cuando desafortunadamente es un error que se expande como una trampa por toda la tierra! Y en esta ocasión, en que es natural para quien está en mi lugar considerar el mundo y mirar la Santa Iglesia tal como está, y su futuro (...) El liberalismo religioso es la doctrina que afirma que no hay ninguna verdad positiva en religión, que un credo es tan bueno como otro, y esta es la enseñanza que va ganando solidez y fuerza diariamente. Es incongruente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera".
En la mañana del lunes 12 de mayo, Newman fue al Palazzo della Pigna, la residencia del Cardenal Howard, que le había cedido sus apartamentos para recibir allí al mensajero del Vaticano que traía el Biglietto de parte del Cardenal Secretario de Estado, informándole que en un Consistorio secreto, que había tenido lugar esa misma mañana, el Santo Padre le había elevado a la dignidad de Cardenal.
A las once en punto, las habitaciones estaban llenas de católicos ingleses y americanos, tanto eclesiásticos como laicos, y también muchos miembros de la nobleza romana y dignatarios de la Iglesia, reunidos para ser testigos de la ceremonia. Poco después del mediodía fue anunciado el mensajero consistorial.
Al entrar entregó el Biglietto en manos de Newman, quien, después de romper el sello, lo pasó a Mons. Clifford, obispo de Clifton, el cual leyó el contenido en voz alta. Luego, el mensajero informó al nuevo Cardenal que Su Santidad lo recibiría en el Vaticano a las diez de la mañana del día siguiente, para conferirle la birreta cardenalicia. Después de los acostumbrados cumplidos, Su Eminencia el Cardenal John Henry Newman pronunció el siguiente discurso, que desde entonces es conocido como Biglietto Speech. El primer párrafo lo pronunció en italiano:
“Le agradezco, Monseñor, la participación que me hecho del alto honor que el Santo Padre se ha dignado conferir sobre mi humilde persona. Y si le pido permiso para continuar dirigiéndome a Ud., no en su idioma musical, sino en mi querida lengua materna, es porque en ella puedo expresar mis sentimientos, sobre este amabilísimo anuncio que me ha traído, mucho mejor que intentar lo que me sobrepasa.
En primer lugar, quiero hablar del asombro y la profunda gratitud que sentí, y siento aún, ante la condescendencia y amor que el Santo Padre ha tenido hacia mí al distinguirme con tan inmenso honor. Fue una gran sorpresa. Jamás me vino a la mente semejante elevación, y hubiera parecido en desacuerdo con mis antecedentes. Había atravesado muchas aflicciones, que han pasado ya, y ahora me había casi llegado el fin de todas las cosas, y estaba en paz.
¿Será posible que, después de todo, haya vivido tantos años para esto? Tampoco es fácil ver cómo podría haber soportado un impacto tan grande si el Santo Padre no lo hubiese atemperado con un segundo acto de condescendencia hacia mí, que fue para todos los que lo supieron una evidencia conmovedora de su naturaleza amable y generosa. Se compadeció de mí y me dijo las razones por las cuales me elevaba a esta dignidad. Además de otras palabras de aliento, dijo que su acto era un reconocimiento de mi celo y buen servicio de tanto años por la causa católica, más aún, que creía darles gusto a los católicos ingleses, incluso a la Inglaterra protestante, si yo recibía alguna señal de su favor. Después de tales palabras bondadosas de Su Santidad, hubiera sido insensible y cruel de mi parte haber tenido escrúpulos por más tiempo.
Esto fue lo que tuvo la amabilidad de decirme, ¿y qué más podía querer yo? A lo largo de muchos años he cometido muchos errores. No tengo nada de esa perfección que pertenece a los escritos de los santos, es decir, que no podemos encontrar error en ellos. Pero lo que creo poder afirmar sobre todo lo que escribí es esto: que hubo intención honesta, ausencia de fines personales, temperamento obediente, deseo de ser corregido, miedo al error, deseo de servir a la Santa Iglesia, y, por la misericordia divina, una justa medida de éxito.
Y me alegra decir que me he opuesto desde el comienzo a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años, he resistido con lo mejor de mis fuerzas al espíritu del liberalismo en religión. ¡Nunca la Santa Iglesia necesitó defensores contra él con más urgencia que ahora, cuando desafortunadamente es un error que se expande como una trampa por toda la tierra! Y en esta ocasión, en que es natural para quien está en mi lugar considerar el mundo y mirar la Santa Iglesia tal como está, y su futuro, espero que no se juzgará fuera de lugar si renuevo la protesta que hecho tan a menudo.
El liberalismo religioso es la doctrina que afirma que no hay ninguna verdad positiva en religión, que un credo es tan bueno como otro, y esta es la enseñanza que va ganando solidez y fuerza diariamente. Es incongruente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera. Enseña que todas deben ser toleradas, pues todas son materia de opinión. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento o gusto; no es un hecho objetivo ni milagroso, y está en el derecho de cada individuo hacerle decir tan sólo lo que impresiona a su fantasía. La devoción no está necesariamente fundada en la fe.
Los hombres pueden ir a iglesias protestantes y católicas, pueden aprovechar de ambas y no pertenecer a ninguna. Pueden fraternizar juntos con pensamientos y sentimientos espirituales sin tener ninguna doctrina en común, o sin ver la necesidad de tenerla. Si, pues, la religión es una peculiaridad tan personal y una posesión tan privada, debemos ignorarla necesariamente en las interrelaciones de los hombres entre sí. Si alguien sostiene una nueva religión cada mañana, ¿a ti qué te importa? Es tan impertinente pensar acerca de la religión de un hombre como acerca de sus ingresos o el gobierno de su familia. La religión en ningún sentido es el vínculo de la sociedad.
Hasta ahora el poder civil ha sido cristiano. Aún en países separados de la Iglesia, como el mío, el dicho vigente cuando yo era joven era: “el cristianismo es la ley del país”. Ahora, en todas partes, ese excelente marco social, que es creación del cristianismo, está abandonando el cristianismo.
El dicho al que me he referido se ha ido o se está yendo en todas partes, junto con otros cien más que le siguen, y para el fin del siglo, a menos que interfiera el Todopoderoso, habrá sido olvidado. Hasta ahora, se había considerado que sólo la religión, con sus sanciones sobrenaturales, era suficientemente fuerte para asegurar la sumisión de nuestra población a la ley y al orden. Ahora, los filósofos y los políticos están empeñados en resolver este problema sin la ayuda del cristianismo. Reemplazarían la autoridad y la enseñanza de la Iglesia, antes que nada, por una educación universal y completamente secular, calculada para convencer a cada individuo que su interés personal es ser ordenado, trabajador y sobrio.
Luego, para el funcionamiento de los grandes principios que toman el lugar de la religión, y para el uso de las masas así educadas cuidadosamente, se provee de las amplias y fundamentales verdades éticas de justicia, benevolencia, veracidad, y semejantes, de experiencia probada, y de aquellas leyes naturales que existen y actúan espontáneamente en la sociedad, y en asuntos sociales, sean físicas o psicológicas, por ejemplo, en el gobierno, en los negocios, en las finanzas, en los experimentos sanitarios, y en las relaciones internacionales. En cuanto a la religión, es un lujo privado que un hombre puede tener si lo desea, pero por el cual, por supuesto, debe pagar, y que no debe imponer a los demás ni permitirse fastidiarlos.
El carácter general de esta gran apostasía es uno y el mismo en todas partes, pero en detalle, y en carácter, varía en los diferentes países. En cuanto a mí, hablaría mejor de mi propio país, que sí conozco. Creo que allí amenaza con tener un formidable éxito, aunque no es fácil ver cuál será su resultado final. A primera vista podría pensarse que los ingleses son demasiado religiosos para un movimiento que, en el continente, parece estar fundado en la infidelidad.
Pero nuestra desgracia es que, aunque termina en la infidelidad como en otros lugares, no necesariamente brota de la infidelidad. Se debe recordar que las sectas religiosas que se difundieron en Inglaterra hace tres siglos, y que son tan poderosas ahora, se han opuesto ferozmente a la unión entre la Iglesia y el Estado, y abogarían por la descristianización de la monarquía y de todo lo que le pertenece, bajo la noción de que semejante catástrofe haría al cristianismo mucho más puro y mucho más poderoso. Luego, el principio liberal nos está forzando por la necesidad del caso.
Considerad lo que se sigue por el mismo hecho de que existen tantas sectas. Se supone que son la religión de la mitad de la población, y recordad que nuestro modo de gobierno es popular. Uno de cada doce hombres tomados al azar en la calle tiene participación en el poder político, y cuando les preguntáis sobre sus creencias representan una u otra de por lo menos siete religiones.
¿Cómo puede ser posible que actúen juntos en asuntos municipales o nacionales si cada uno insiste en el reconocimiento de su propia denominación religiosa? Toda acción llegaría a un punto muerto a menos que el tema de la religión sea ignorado. No podemos ayudarnos a nosotros mismos.
Y, en tercer lugar, debe tenerse en cuenta que hay mucho de bueno y verdadero en la teoría liberal. Por ejemplo, y para no decir más, están entre sus principios declarados y en las leyes naturales de la sociedad, los preceptos de justicia, veracidad, sobriedad, autodominio y benevolencia, a los que ya me he referido. No decimos que es un mal hasta no descubrir que esta serie de principios está propuesta para sustituir o bloquear la religión.
Nunca ha habido una estratagema del Enemigo ideada con tanta inteligencia y con tal posibilidad de éxito. Y ya ha respondido a la expectativas que han aparecido sobre la misma. Está haciendo entrar majestuosamente en sus filas a un gran número de hombres capaces, serios y virtuosos, hombres mayores de aprobados antecedentes, y jóvenes con una carrera por delante.
Tal es el estado de cosas en Inglaterra, y es bueno que todos tomemos conciencia de ello. Pero no debe suponerse ni por un instante que tengo temor de ello. Lo lamento profundamente, porque preveo que puede ser la ruina de muchas almas, pero no tengo temor en absoluto de que realmente pueda hacer algún daño serio a la Palabra de Dios, a la Santa Iglesia, a nuestro Rey Todopoderoso, al León de la tribu de Judá, Fiel y Veraz, o a Su Vicario en la tierra. El cristianismo ha estado tan a menudo en lo que parecía un peligro mortal, que ahora debemos temer cualquier nueva adversidad. Hasta aquí es cierto.
Pero, por otro lado, lo que es incierto, y en estas grandes contiendas es generalmente incierto, y lo que es comúnmente una gran sorpresa cuando se lo ve, es el modo particular por el cual la Providencia rescata y salva a su herencia elegida, tal como resulta. Algunas veces nuestro enemigo se vuelve amigo, algunas veces es despojado de esa especial virulencia del mal que es tan amenazante, algunas veces cae en pedazos, algunas veces hace sólo lo que es beneficioso y luego es removido. Generalmente, la Iglesia no tiene nada más que hacer que continuar en sus propios deberes, con confianza y en paz, mantenerse tranquila y ver la salvación de Dios. “Los humildes poseerán la tierra y gozarán de inmensa paz” (Salmo 37,11).[1]
Su Eminencia habló con voz fuerte y clara, y aún cuando estuvo de pie todo el tiempo no mostró signos de fatiga.
El texto fue telegrafiado a Londres por el corresponsal del “The Times” y apareció completo en el periódico al día siguiente. Más aún, gracias a la bondad del Padre Armellini, S.J., que lo tradujo al italiano durante la noche, salió completo en “L’Osservatore Romano” del día siguiente.
Discurso de Newman en Roma al recibir el Biglietto que le anunciaba su designación cardenalicia (12 de mayo de 1879)
Este domingo, 19 de septiembre del 2010, Benedicto XVI beatificará a John Henry Newman.
Recordamos sus palabras cuando recibió de León XIII el capelo cardenalicio
"Me alegra decir que me he opuesto desde el comienzo a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años, he resistido con lo mejor de mis fuerzas al espíritu del liberalismo en religión. ¡Nunca la Santa Iglesia necesitó defensores contra él con más urgencia que ahora, cuando desafortunadamente es un error que se expande como una trampa por toda la tierra! Y en esta ocasión, en que es natural para quien está en mi lugar considerar el mundo y mirar la Santa Iglesia tal como está, y su futuro (...) El liberalismo religioso es la doctrina que afirma que no hay ninguna verdad positiva en religión, que un credo es tan bueno como otro, y esta es la enseñanza que va ganando solidez y fuerza diariamente. Es incongruente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera".
En la mañana del lunes 12 de mayo, Newman fue al Palazzo della Pigna, la residencia del Cardenal Howard, que le había cedido sus apartamentos para recibir allí al mensajero del Vaticano que traía el Biglietto de parte del Cardenal Secretario de Estado, informándole que en un Consistorio secreto, que había tenido lugar esa misma mañana, el Santo Padre le había elevado a la dignidad de Cardenal.
A las once en punto, las habitaciones estaban llenas de católicos ingleses y americanos, tanto eclesiásticos como laicos, y también muchos miembros de la nobleza romana y dignatarios de la Iglesia, reunidos para ser testigos de la ceremonia. Poco después del mediodía fue anunciado el mensajero consistorial.
Al entrar entregó el Biglietto en manos de Newman, quien, después de romper el sello, lo pasó a Mons. Clifford, obispo de Clifton, el cual leyó el contenido en voz alta. Luego, el mensajero informó al nuevo Cardenal que Su Santidad lo recibiría en el Vaticano a las diez de la mañana del día siguiente, para conferirle la birreta cardenalicia. Después de los acostumbrados cumplidos, Su Eminencia el Cardenal John Henry Newman pronunció el siguiente discurso, que desde entonces es conocido como Biglietto Speech. El primer párrafo lo pronunció en italiano:
“Le agradezco, Monseñor, la participación que me hecho del alto honor que el Santo Padre se ha dignado conferir sobre mi humilde persona. Y si le pido permiso para continuar dirigiéndome a Ud., no en su idioma musical, sino en mi querida lengua materna, es porque en ella puedo expresar mis sentimientos, sobre este amabilísimo anuncio que me ha traído, mucho mejor que intentar lo que me sobrepasa.
En primer lugar, quiero hablar del asombro y la profunda gratitud que sentí, y siento aún, ante la condescendencia y amor que el Santo Padre ha tenido hacia mí al distinguirme con tan inmenso honor. Fue una gran sorpresa. Jamás me vino a la mente semejante elevación, y hubiera parecido en desacuerdo con mis antecedentes. Había atravesado muchas aflicciones, que han pasado ya, y ahora me había casi llegado el fin de todas las cosas, y estaba en paz.
¿Será posible que, después de todo, haya vivido tantos años para esto? Tampoco es fácil ver cómo podría haber soportado un impacto tan grande si el Santo Padre no lo hubiese atemperado con un segundo acto de condescendencia hacia mí, que fue para todos los que lo supieron una evidencia conmovedora de su naturaleza amable y generosa. Se compadeció de mí y me dijo las razones por las cuales me elevaba a esta dignidad. Además de otras palabras de aliento, dijo que su acto era un reconocimiento de mi celo y buen servicio de tanto años por la causa católica, más aún, que creía darles gusto a los católicos ingleses, incluso a la Inglaterra protestante, si yo recibía alguna señal de su favor. Después de tales palabras bondadosas de Su Santidad, hubiera sido insensible y cruel de mi parte haber tenido escrúpulos por más tiempo.
Esto fue lo que tuvo la amabilidad de decirme, ¿y qué más podía querer yo? A lo largo de muchos años he cometido muchos errores. No tengo nada de esa perfección que pertenece a los escritos de los santos, es decir, que no podemos encontrar error en ellos. Pero lo que creo poder afirmar sobre todo lo que escribí es esto: que hubo intención honesta, ausencia de fines personales, temperamento obediente, deseo de ser corregido, miedo al error, deseo de servir a la Santa Iglesia, y, por la misericordia divina, una justa medida de éxito.
Y me alegra decir que me he opuesto desde el comienzo a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años, he resistido con lo mejor de mis fuerzas al espíritu del liberalismo en religión. ¡Nunca la Santa Iglesia necesitó defensores contra él con más urgencia que ahora, cuando desafortunadamente es un error que se expande como una trampa por toda la tierra! Y en esta ocasión, en que es natural para quien está en mi lugar considerar el mundo y mirar la Santa Iglesia tal como está, y su futuro, espero que no se juzgará fuera de lugar si renuevo la protesta que hecho tan a menudo.
El liberalismo religioso es la doctrina que afirma que no hay ninguna verdad positiva en religión, que un credo es tan bueno como otro, y esta es la enseñanza que va ganando solidez y fuerza diariamente. Es incongruente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera. Enseña que todas deben ser toleradas, pues todas son materia de opinión. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento o gusto; no es un hecho objetivo ni milagroso, y está en el derecho de cada individuo hacerle decir tan sólo lo que impresiona a su fantasía. La devoción no está necesariamente fundada en la fe.
Los hombres pueden ir a iglesias protestantes y católicas, pueden aprovechar de ambas y no pertenecer a ninguna. Pueden fraternizar juntos con pensamientos y sentimientos espirituales sin tener ninguna doctrina en común, o sin ver la necesidad de tenerla. Si, pues, la religión es una peculiaridad tan personal y una posesión tan privada, debemos ignorarla necesariamente en las interrelaciones de los hombres entre sí. Si alguien sostiene una nueva religión cada mañana, ¿a ti qué te importa? Es tan impertinente pensar acerca de la religión de un hombre como acerca de sus ingresos o el gobierno de su familia. La religión en ningún sentido es el vínculo de la sociedad.
Hasta ahora el poder civil ha sido cristiano. Aún en países separados de la Iglesia, como el mío, el dicho vigente cuando yo era joven era: “el cristianismo es la ley del país”. Ahora, en todas partes, ese excelente marco social, que es creación del cristianismo, está abandonando el cristianismo.
El dicho al que me he referido se ha ido o se está yendo en todas partes, junto con otros cien más que le siguen, y para el fin del siglo, a menos que interfiera el Todopoderoso, habrá sido olvidado. Hasta ahora, se había considerado que sólo la religión, con sus sanciones sobrenaturales, era suficientemente fuerte para asegurar la sumisión de nuestra población a la ley y al orden. Ahora, los filósofos y los políticos están empeñados en resolver este problema sin la ayuda del cristianismo. Reemplazarían la autoridad y la enseñanza de la Iglesia, antes que nada, por una educación universal y completamente secular, calculada para convencer a cada individuo que su interés personal es ser ordenado, trabajador y sobrio.
Luego, para el funcionamiento de los grandes principios que toman el lugar de la religión, y para el uso de las masas así educadas cuidadosamente, se provee de las amplias y fundamentales verdades éticas de justicia, benevolencia, veracidad, y semejantes, de experiencia probada, y de aquellas leyes naturales que existen y actúan espontáneamente en la sociedad, y en asuntos sociales, sean físicas o psicológicas, por ejemplo, en el gobierno, en los negocios, en las finanzas, en los experimentos sanitarios, y en las relaciones internacionales. En cuanto a la religión, es un lujo privado que un hombre puede tener si lo desea, pero por el cual, por supuesto, debe pagar, y que no debe imponer a los demás ni permitirse fastidiarlos.
El carácter general de esta gran apostasía es uno y el mismo en todas partes, pero en detalle, y en carácter, varía en los diferentes países. En cuanto a mí, hablaría mejor de mi propio país, que sí conozco. Creo que allí amenaza con tener un formidable éxito, aunque no es fácil ver cuál será su resultado final. A primera vista podría pensarse que los ingleses son demasiado religiosos para un movimiento que, en el continente, parece estar fundado en la infidelidad.
Pero nuestra desgracia es que, aunque termina en la infidelidad como en otros lugares, no necesariamente brota de la infidelidad. Se debe recordar que las sectas religiosas que se difundieron en Inglaterra hace tres siglos, y que son tan poderosas ahora, se han opuesto ferozmente a la unión entre la Iglesia y el Estado, y abogarían por la descristianización de la monarquía y de todo lo que le pertenece, bajo la noción de que semejante catástrofe haría al cristianismo mucho más puro y mucho más poderoso. Luego, el principio liberal nos está forzando por la necesidad del caso.
Considerad lo que se sigue por el mismo hecho de que existen tantas sectas. Se supone que son la religión de la mitad de la población, y recordad que nuestro modo de gobierno es popular. Uno de cada doce hombres tomados al azar en la calle tiene participación en el poder político, y cuando les preguntáis sobre sus creencias representan una u otra de por lo menos siete religiones.
¿Cómo puede ser posible que actúen juntos en asuntos municipales o nacionales si cada uno insiste en el reconocimiento de su propia denominación religiosa? Toda acción llegaría a un punto muerto a menos que el tema de la religión sea ignorado. No podemos ayudarnos a nosotros mismos.
Y, en tercer lugar, debe tenerse en cuenta que hay mucho de bueno y verdadero en la teoría liberal. Por ejemplo, y para no decir más, están entre sus principios declarados y en las leyes naturales de la sociedad, los preceptos de justicia, veracidad, sobriedad, autodominio y benevolencia, a los que ya me he referido. No decimos que es un mal hasta no descubrir que esta serie de principios está propuesta para sustituir o bloquear la religión.
Nunca ha habido una estratagema del Enemigo ideada con tanta inteligencia y con tal posibilidad de éxito. Y ya ha respondido a la expectativas que han aparecido sobre la misma. Está haciendo entrar majestuosamente en sus filas a un gran número de hombres capaces, serios y virtuosos, hombres mayores de aprobados antecedentes, y jóvenes con una carrera por delante.
Tal es el estado de cosas en Inglaterra, y es bueno que todos tomemos conciencia de ello. Pero no debe suponerse ni por un instante que tengo temor de ello. Lo lamento profundamente, porque preveo que puede ser la ruina de muchas almas, pero no tengo temor en absoluto de que realmente pueda hacer algún daño serio a la Palabra de Dios, a la Santa Iglesia, a nuestro Rey Todopoderoso, al León de la tribu de Judá, Fiel y Veraz, o a Su Vicario en la tierra. El cristianismo ha estado tan a menudo en lo que parecía un peligro mortal, que ahora debemos temer cualquier nueva adversidad. Hasta aquí es cierto.
Pero, por otro lado, lo que es incierto, y en estas grandes contiendas es generalmente incierto, y lo que es comúnmente una gran sorpresa cuando se lo ve, es el modo particular por el cual la Providencia rescata y salva a su herencia elegida, tal como resulta. Algunas veces nuestro enemigo se vuelve amigo, algunas veces es despojado de esa especial virulencia del mal que es tan amenazante, algunas veces cae en pedazos, algunas veces hace sólo lo que es beneficioso y luego es removido. Generalmente, la Iglesia no tiene nada más que hacer que continuar en sus propios deberes, con confianza y en paz, mantenerse tranquila y ver la salvación de Dios. “Los humildes poseerán la tierra y gozarán de inmensa paz” (Salmo 37,11).[1]
Su Eminencia habló con voz fuerte y clara, y aún cuando estuvo de pie todo el tiempo no mostró signos de fatiga.
El texto fue telegrafiado a Londres por el corresponsal del “The Times” y apareció completo en el periódico al día siguiente. Más aún, gracias a la bondad del Padre Armellini, S.J., que lo tradujo al italiano durante la noche, salió completo en “L’Osservatore Romano” del día siguiente.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Dicen que no hablan las plantas
Hoy me me acordé de mi querido abuelo paterno y por su amor a la poesía (entre sus muchos amores, por eso razón transcribo uno de esos poemas que le oía recitar.
Autora:
Rosalía de Castro (1837 - 1885)
(Poema en octonarios [8+8]en que la autora expresa sus añorantes anhelos de belleza, de juventud, de paz y de dicha, frenados por el presentimiento de la muerte ya cercana por el cáncer de útero que padecía) En fin va el poema:
Dicen que no hablan las
plantas, ni las fuentes, ni los
pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni
con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto,
pues siempre cuando yo paso,
De mi murmuran y exclaman:
- Ahí va la loca
soñando
Con la eterna primavera de la
vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto,
tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida,
que cubre la escarcha el prado.
-Hay canas en mi cabeza, hay
en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando,
pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la
vida se apaga
y la perenne frescura de los
campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y
aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no
murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni
cómo vivir sin ellos?
Autora:
Rosalía de Castro (1837 - 1885)
(Poema en octonarios [8+8]en que la autora expresa sus añorantes anhelos de belleza, de juventud, de paz y de dicha, frenados por el presentimiento de la muerte ya cercana por el cáncer de útero que padecía) En fin va el poema:
Dicen que no hablan las
plantas, ni las fuentes, ni los
pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni
con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto,
pues siempre cuando yo paso,
De mi murmuran y exclaman:
- Ahí va la loca
soñando
Con la eterna primavera de la
vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto,
tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida,
que cubre la escarcha el prado.
-Hay canas en mi cabeza, hay
en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando,
pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la
vida se apaga
y la perenne frescura de los
campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y
aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no
murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni
cómo vivir sin ellos?
martes, 17 de agosto de 2010
¿Qué es un amigo?
¿Qué es un amigo?
Un verdadero amigo es aquel que se interesa en el bien y la felicidad del amigo, esto le lleva a no buscar tener amigos, sino a buscar “ser amigo”.
Cuando estamos inmersos en un problema y pensamos que no podremos salir, cuánto deseamos la mano de un amigo fiel y verdadero que nos brinde su consuelo y su aliento. Su consejo nos da ánimo, su compañía paz, y hasta su simple presencia nos obliga a mantenernos en pie, firmes como los árboles.
Hay quienes “desean” tener muchos amigos para “sentirse populares”, presumen de amigueros. Viven para su buena fama y desprecian a los que no pertenecen a su “pandilla”. ¡Pobres insensatos! Ignoran que no tienen ningún amigo y que ellos, de amigos, no tienen nada.
Un verdadero amigo no busca “tener amigos”, sino “ser amigo”. Con todo lo que esto implica. No le importa ni la fama, ni el dinero, ni el carro del otro. Le interesa el bienestar y la vida de su amigo.
No se puede llamar amigo a cualquiera. Los amigos no son la “marita” de personas con las que me junto para ir a la plaza, a la disco, al bar, al café o a las fiestas. Con los que me la paso más o menos bien y dizque me divierto, pero cuando me despido de ellos con sonrisa de azafata, no dejan de ser más que unos desconocidos; unos “amigotes” con los que anduve vagando y en los que busqué mis intereses.
El amigo, dicho con todas las de la ley, busca sólo el bien de su amigo aunque le cueste. Está en las buenas y en las malas, siempre cerca. Perdona y excusa las ofensas y los errores con paciencia. Y si le compete lo corrige y lo ayuda con sinceridad. Si el amigo cae, lo levanta. Si está herido lo cura y lo lleva en brazos. Luchan juntos en la vida y se impulsan en los ideales. Se alegra cuando el amigo se alegra y sufre con el amigo que sufre. Los dos son “un solo corazón y una sola alma”.
El amigo tiene el corazón puesto en el amigo y le procura el mayor bien: llevarlo al Cielo. No busca acumularlo aquí en la tierra, sino que su amistad esté arraigada en Cristo.
Un amigo es también un hermano. El hermano es, de hecho, el amigo que la naturaleza nos da y nos unen vínculos de sangre.
El amigo, no será sangre de su sangre, pero es alma de su alma, y los une un vínculo irrompible.
No se nace con la amistad, pero sin ella es imposible crecer. Para el niño, el amigo significa mucho y crece con sus amigos. Es mejor descubrir la vida en aventuras junto a un amigo, que solo. “El hierro con el hierro se aguza y el hombre con su prójimo se afina” (Proverbios. 27, 17)
No cabe duda, el amigo es uno de los mayores tesoros que Dios nos ha dado, un impulso para llegar al Cielo.
Cristo, el mejor Amigo, nos sublima esta virtud, y nos lo confirma en el Evangelio:
“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”.
Para terminar un poema de Lope de Vega
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
asómate ahora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡ Y cuántas veces, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
Un verdadero amigo es aquel que se interesa en el bien y la felicidad del amigo, esto le lleva a no buscar tener amigos, sino a buscar “ser amigo”.
Cuando estamos inmersos en un problema y pensamos que no podremos salir, cuánto deseamos la mano de un amigo fiel y verdadero que nos brinde su consuelo y su aliento. Su consejo nos da ánimo, su compañía paz, y hasta su simple presencia nos obliga a mantenernos en pie, firmes como los árboles.
Hay quienes “desean” tener muchos amigos para “sentirse populares”, presumen de amigueros. Viven para su buena fama y desprecian a los que no pertenecen a su “pandilla”. ¡Pobres insensatos! Ignoran que no tienen ningún amigo y que ellos, de amigos, no tienen nada.
Un verdadero amigo no busca “tener amigos”, sino “ser amigo”. Con todo lo que esto implica. No le importa ni la fama, ni el dinero, ni el carro del otro. Le interesa el bienestar y la vida de su amigo.
No se puede llamar amigo a cualquiera. Los amigos no son la “marita” de personas con las que me junto para ir a la plaza, a la disco, al bar, al café o a las fiestas. Con los que me la paso más o menos bien y dizque me divierto, pero cuando me despido de ellos con sonrisa de azafata, no dejan de ser más que unos desconocidos; unos “amigotes” con los que anduve vagando y en los que busqué mis intereses.
El amigo, dicho con todas las de la ley, busca sólo el bien de su amigo aunque le cueste. Está en las buenas y en las malas, siempre cerca. Perdona y excusa las ofensas y los errores con paciencia. Y si le compete lo corrige y lo ayuda con sinceridad. Si el amigo cae, lo levanta. Si está herido lo cura y lo lleva en brazos. Luchan juntos en la vida y se impulsan en los ideales. Se alegra cuando el amigo se alegra y sufre con el amigo que sufre. Los dos son “un solo corazón y una sola alma”.
El amigo tiene el corazón puesto en el amigo y le procura el mayor bien: llevarlo al Cielo. No busca acumularlo aquí en la tierra, sino que su amistad esté arraigada en Cristo.
Un amigo es también un hermano. El hermano es, de hecho, el amigo que la naturaleza nos da y nos unen vínculos de sangre.
El amigo, no será sangre de su sangre, pero es alma de su alma, y los une un vínculo irrompible.
No se nace con la amistad, pero sin ella es imposible crecer. Para el niño, el amigo significa mucho y crece con sus amigos. Es mejor descubrir la vida en aventuras junto a un amigo, que solo. “El hierro con el hierro se aguza y el hombre con su prójimo se afina” (Proverbios. 27, 17)
No cabe duda, el amigo es uno de los mayores tesoros que Dios nos ha dado, un impulso para llegar al Cielo.
Cristo, el mejor Amigo, nos sublima esta virtud, y nos lo confirma en el Evangelio:
“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”.
Para terminar un poema de Lope de Vega
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
asómate ahora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡ Y cuántas veces, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
martes, 20 de julio de 2010
¿Qué tienes de bueno para ofrecerle a Dios?
¿Qué tienes para ofrecerle a Dios?
No sólo de lo que nos sobre, sino de aquello que nos cuesta, de lo que no tenemos en abundancia.
Nuestro tiempo, nuestra inteligencia, nuestro esfuerzo, nuestros talentos, nuestro dinero, nuestra salud y vitalidad, nuestro amor. ¿Acaso algo de esto es nuestro? No, nada, absolutamente nada. Todo es de Dios, proviene de Dios. Nosotros mismos no somos nada, sin Dios. No perduramos un instante sin Su Voluntad de que sigamos vivos. Pongámoslo en claro, si Dios no contuviera la acción del mal sobre nosotros bajo la forma de enfermedad y penurias de todo tipo, pues nada seríamos. Todo lo que tenemos pertenece a Dios, que es el Creador y Único dueño de todo lo que vemos, de todo lo que somos.
De este modo, la pregunta en realidad debiera ser ¿Qué tienes para devolverle a Dios? Porque de El provienen todas las Gracias, materiales y espirituales, todo lo bueno que somos o tenemos. Cuando desarrollamos un talento, con esfuerzo, no hacemos más que sacar a la luz algo que Dios puso en nosotros mismos, como potencial. Cuando tenemos éxito laboral o profesional, y acumulamos dinero y bienes, gozamos de la Gracia de Dios que recompensa de éste modo el trabajo digno, bien hecho, con honestidad. Cuando caminamos y vivimos lozanamente, con salud y vitalidad, gozamos de la bondad del Señor que quiere que seamos parte de la maravillosa obra que El creó, en armonía y perfección.
Y sin embargo, qué miserables que somos. Empezando con nuestro tiempo: lo desperdiciamos en mil cosas vanas, como reuniones sociales, o simple distracción frente a un televisor o una revista. Y cuando dedicamos un minuto a nuestro Jesús, nos sentimos como si El hubiera arrancado una parte importante de nuestra vida. Medimos cada minuto que dedicamos a Dios, ya sea a través de la caridad y ayuda a los demás, como a la oración, o a estudiar y crecer en el conocimiento de Sus cosas. Y humanamente nos ufanamos de lo hecho, queremos crédito y reconocimiento, como si Jesús no mereciera le donemos toda nuestra vida, en agradecimiento por tanto amor recibido.
También somos miserables con nuestro dinero: lo malgastamos en mil cosas vanas, ropas, salidas, cigarrillos, artefactos electrónicos de la más moderna y reciente tecnología, adornos y construcciones pasajeras. Mientras tanto, si ponemos un peso en la caridad lo miramos como si fuera un millón. ¡Cómo voy a poner tanto! No medimos con la misma vara el dinero que derrochamos, que el que donamos al Señor y a Sus hermanos, los que lo necesitan. Cuando viene a nuestra alma la idea de hacer alguna obra de caridad, estalla la pregunta en nuestro interior: ¿cómo voy a gastar tanto? Las dudas afloran de inmediato: mi esposo jamás justificaría que regale este dinero, mientras compramos ropas y zapatos carísimos sin musitar, o gastamos nuestro dinero en costosos cortes o teñidos de cabello. O también: mi esposa pensará que estoy loco si derrocho este dinero en obras de caridad, mientras fumamos como sapos o compramos finos zapatos o ropas sport. ¡Que grandes miserias anidan en nuestra alma!
Y nuestro esfuerzo: no somos capaces de dedicar nuestro sudor a ayudar a tantos niños necesitados, pero sí a nuestros propios hijos, por los que damos todo. Para unos si, para otros no. Un regalo de Navidad, un juguete, es para nuestros hijos la obligación de que sea lo mejor. Para otros niños pobres y humildes, con algo hecho o comprado así nomás, es suficiente. ¿Qué saben estos niños, de todos modos, de lo que es bueno, de lo que es perfecto o costoso? Ponernos a trabajar, para dar algo bueno a los demás, parece tiempo y esfuerzo desperdiciado. ¿Cómo voy a perderme tantas horas, o noches hasta tarde, si estoy tan ocupado u ocupada? Quizás pienso esto, mientras contamino mi alma mirando televisión o caminando por decimonovena vez por el corredor del mismo shopping mall.
¿Qué puedo devolverle al Señor, de todo lo que El me ha dado? Esa es la pregunta. No sólo de lo que nos sobre, sino de aquello que nos cuesta, de lo que no tenemos en abundancia. Nos debiera dar vergüenza el tener tanto pero tanto, comparado con otros, y disfrutarlo sin más. Sin pensar en agradecer, en devolver, en compartir. ¡Qué egoístas que somos! El Señor sufre con nuestros corazones que están tan cerrados. Miremos hacia arriba, hacia el Cielo, y veamos Sus Ojos húmedos, que suplicantes nos piden:
Dame tu amor, dáselo a los que no tienen, comparte Mis Gracias, sé un ejemplo de Mi infinita Bondad, Mi entrega, Mi Misericordia. ¿Acaso no ves cómo te amo?
No sólo de lo que nos sobre, sino de aquello que nos cuesta, de lo que no tenemos en abundancia.
Nuestro tiempo, nuestra inteligencia, nuestro esfuerzo, nuestros talentos, nuestro dinero, nuestra salud y vitalidad, nuestro amor. ¿Acaso algo de esto es nuestro? No, nada, absolutamente nada. Todo es de Dios, proviene de Dios. Nosotros mismos no somos nada, sin Dios. No perduramos un instante sin Su Voluntad de que sigamos vivos. Pongámoslo en claro, si Dios no contuviera la acción del mal sobre nosotros bajo la forma de enfermedad y penurias de todo tipo, pues nada seríamos. Todo lo que tenemos pertenece a Dios, que es el Creador y Único dueño de todo lo que vemos, de todo lo que somos.
De este modo, la pregunta en realidad debiera ser ¿Qué tienes para devolverle a Dios? Porque de El provienen todas las Gracias, materiales y espirituales, todo lo bueno que somos o tenemos. Cuando desarrollamos un talento, con esfuerzo, no hacemos más que sacar a la luz algo que Dios puso en nosotros mismos, como potencial. Cuando tenemos éxito laboral o profesional, y acumulamos dinero y bienes, gozamos de la Gracia de Dios que recompensa de éste modo el trabajo digno, bien hecho, con honestidad. Cuando caminamos y vivimos lozanamente, con salud y vitalidad, gozamos de la bondad del Señor que quiere que seamos parte de la maravillosa obra que El creó, en armonía y perfección.
Y sin embargo, qué miserables que somos. Empezando con nuestro tiempo: lo desperdiciamos en mil cosas vanas, como reuniones sociales, o simple distracción frente a un televisor o una revista. Y cuando dedicamos un minuto a nuestro Jesús, nos sentimos como si El hubiera arrancado una parte importante de nuestra vida. Medimos cada minuto que dedicamos a Dios, ya sea a través de la caridad y ayuda a los demás, como a la oración, o a estudiar y crecer en el conocimiento de Sus cosas. Y humanamente nos ufanamos de lo hecho, queremos crédito y reconocimiento, como si Jesús no mereciera le donemos toda nuestra vida, en agradecimiento por tanto amor recibido.
También somos miserables con nuestro dinero: lo malgastamos en mil cosas vanas, ropas, salidas, cigarrillos, artefactos electrónicos de la más moderna y reciente tecnología, adornos y construcciones pasajeras. Mientras tanto, si ponemos un peso en la caridad lo miramos como si fuera un millón. ¡Cómo voy a poner tanto! No medimos con la misma vara el dinero que derrochamos, que el que donamos al Señor y a Sus hermanos, los que lo necesitan. Cuando viene a nuestra alma la idea de hacer alguna obra de caridad, estalla la pregunta en nuestro interior: ¿cómo voy a gastar tanto? Las dudas afloran de inmediato: mi esposo jamás justificaría que regale este dinero, mientras compramos ropas y zapatos carísimos sin musitar, o gastamos nuestro dinero en costosos cortes o teñidos de cabello. O también: mi esposa pensará que estoy loco si derrocho este dinero en obras de caridad, mientras fumamos como sapos o compramos finos zapatos o ropas sport. ¡Que grandes miserias anidan en nuestra alma!
Y nuestro esfuerzo: no somos capaces de dedicar nuestro sudor a ayudar a tantos niños necesitados, pero sí a nuestros propios hijos, por los que damos todo. Para unos si, para otros no. Un regalo de Navidad, un juguete, es para nuestros hijos la obligación de que sea lo mejor. Para otros niños pobres y humildes, con algo hecho o comprado así nomás, es suficiente. ¿Qué saben estos niños, de todos modos, de lo que es bueno, de lo que es perfecto o costoso? Ponernos a trabajar, para dar algo bueno a los demás, parece tiempo y esfuerzo desperdiciado. ¿Cómo voy a perderme tantas horas, o noches hasta tarde, si estoy tan ocupado u ocupada? Quizás pienso esto, mientras contamino mi alma mirando televisión o caminando por decimonovena vez por el corredor del mismo shopping mall.
¿Qué puedo devolverle al Señor, de todo lo que El me ha dado? Esa es la pregunta. No sólo de lo que nos sobre, sino de aquello que nos cuesta, de lo que no tenemos en abundancia. Nos debiera dar vergüenza el tener tanto pero tanto, comparado con otros, y disfrutarlo sin más. Sin pensar en agradecer, en devolver, en compartir. ¡Qué egoístas que somos! El Señor sufre con nuestros corazones que están tan cerrados. Miremos hacia arriba, hacia el Cielo, y veamos Sus Ojos húmedos, que suplicantes nos piden:
Dame tu amor, dáselo a los que no tienen, comparte Mis Gracias, sé un ejemplo de Mi infinita Bondad, Mi entrega, Mi Misericordia. ¿Acaso no ves cómo te amo?
viernes, 16 de julio de 2010
Algunas frases famosas
El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia, si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo.
Menandro de Atenas
Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo
Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.
Mahatma Gandhi
El mundo está lleno de pequeñas alegrías; el arte consiste en saber distinguirlas.
Li-Tai-Po
A medio mundo le gustan los perros; y hasta el día de hoy nadie saber que quiere decir guau
Quino (Mafalda)
Bueno ahora guarden todos sus utiles menos lapiz, goma de borrar y una hoja en blanco en la que anotaran prueba escrita. (Profesora)
-Perdon ¿y si apelaramos a la a la sensatez y dejaramos la cosa para otro dia. Digo...para evitar un inutil derramamiento de ceros. (Quino, Mafalda)"
A veces una broma, una anécdota, un momento insignificante, nos pintan mejor a un hombre ilustre, que las mayores proezas o las batallas más sangrientas. Plutarco
Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado. Napoleón
Alma, para el ser humano; ánima para la bestia. Pero solemos decir; benditas ánimas del purgatorio. José Gneco Laborde
Amamos siempre a los que nos admiran, pero no siempre a los que admiramos. La Rochefoucauld
Aquel que tú crees que ha muerto, no ha hecho más que adelantarse en el camino. Séneca
Aquellos que nunca se retractan de sus opiniones se aman a ellos mismos más que a la verdad. J.JOUBERT
Arriesgarse es perderse un poco, no arriesgarse es perderlo todo. Mayacowsky
Así como el ignorante esta muerto antes de morir, el hombre de talento vive aun después de muerto. Publio Siro.
Así como el vestido es la forma de cuerpo, la habitación es la forma de las costumbres. Carlos Lleras Restrepo
Así como la violencia es síntoma de debilidad, la injusticia que la acompaña es producto de la soberbia. Manual Gálvez
Así corrompe el ocio al cuerpo humano, como se corrompen las aguas si están quedas. Ovidio
Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad. José Marti
Azar es una palabra vacía de sentido, nada puede existir sin causa. Voltaire
Menandro de Atenas
Una sola piedra puede desmoronar un edificio.
Francisco de Quevedo
Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.
Mahatma Gandhi
El mundo está lleno de pequeñas alegrías; el arte consiste en saber distinguirlas.
Li-Tai-Po
A medio mundo le gustan los perros; y hasta el día de hoy nadie saber que quiere decir guau
Quino (Mafalda)
Bueno ahora guarden todos sus utiles menos lapiz, goma de borrar y una hoja en blanco en la que anotaran prueba escrita. (Profesora)
-Perdon ¿y si apelaramos a la a la sensatez y dejaramos la cosa para otro dia. Digo...para evitar un inutil derramamiento de ceros. (Quino, Mafalda)"
A veces una broma, una anécdota, un momento insignificante, nos pintan mejor a un hombre ilustre, que las mayores proezas o las batallas más sangrientas. Plutarco
Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado. Napoleón
Alma, para el ser humano; ánima para la bestia. Pero solemos decir; benditas ánimas del purgatorio. José Gneco Laborde
Amamos siempre a los que nos admiran, pero no siempre a los que admiramos. La Rochefoucauld
Aquel que tú crees que ha muerto, no ha hecho más que adelantarse en el camino. Séneca
Aquellos que nunca se retractan de sus opiniones se aman a ellos mismos más que a la verdad. J.JOUBERT
Arriesgarse es perderse un poco, no arriesgarse es perderlo todo. Mayacowsky
Así como el ignorante esta muerto antes de morir, el hombre de talento vive aun después de muerto. Publio Siro.
Así como el vestido es la forma de cuerpo, la habitación es la forma de las costumbres. Carlos Lleras Restrepo
Así como la violencia es síntoma de debilidad, la injusticia que la acompaña es producto de la soberbia. Manual Gálvez
Así corrompe el ocio al cuerpo humano, como se corrompen las aguas si están quedas. Ovidio
Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad. José Marti
Azar es una palabra vacía de sentido, nada puede existir sin causa. Voltaire
viernes, 9 de julio de 2010
Decisiones latentes
Decisiones latentes
Vivimos en medio de una sucesión de decisiones que conforman nuestro modo de ser
Autor: Alfonso Aguiló Pastrana
Julien Green describe con maestría ese proceso personal, íntimo, por el que todas las personas escuchamos en nuestro interior una llamada a la responsabilidad, a ser mejores, y que unas veces escuchamos y otras no. Hay una página de su diario que lo expresa muy bien: "Tal día de tu infancia, mientras jugabas solo en el cuarto de tu madre y el sol brillaba sobre tus manos, vino hacia ti cierto pensamiento, ataviado como un mensajero del rey, y tú lo acogiste con alegría, pero más tarde lo rechazaste. Y aquel pensamiento te hubiera guardado, sostenido. Cuando caminabas bajo los plátanos de tal avenida, y tu primo te dijo tales palabras, comprendiste enseguida que aquellas palabras te llegaban de parte de Dios, pero luego las olvidaste, porque contradecían en ti el gusto del placer. Y tal carta, que rompiste y tiraste a la papelera, te habría disipado aquellas dudas, pero tú no querías cambiar...".
Algunas de esas ocasiones tienen una trascendencia especial. Son segundos que parecen decidir nuestro destino. Y no son algo accidental o inopinado, sino el fruto de una larga serie de actos sutilmente ligados entre sí. Son instantes que parecen impuestos por un misterioso impulso, sin ningún debate interior, pero esa aparente ausencia de deliberación no implica falta de libertad. Nuestros actos interiores, esos mil pequeños detalles que registramos en nuestro interior casi sin darnos cuenta, todas las numerosas y minúsculas negativas que dejamos pasar cada día, tejen poco a poco, a nivel consciente o subconsciente, un entramado interior. Y un día, quizá con ocasión de un suceso mínimo, incluso indiferente en sí mismo, surge en nosotros una idea o una convicción que parece nacer ya formada de nuestra mente, como Atenea surgió de la frente de Zeus. Parecen actos o pensamientos espontáneos, pero, en realidad, expresan el resultado de una batalla que se venía librando desde tiempo atrás en un nivel muy personal, en pequeños hábitos ocultos, en pensamientos velados, en complicidades interiores. Y llega un momento en que nuestra conciencia está parcialmente enajenada, enredada en esas mallas que se han ido tejiendo con el tiempo y que impiden la expresión de nuestra libertad verdadera.
De manera semejante, nuestras buenas acciones, nuestras aspiraciones al bien, hasta nuestros más insignificantes actos de generosidad, tejen a su vez otra red profunda, que también aflora un día en decisiones personales importantes. Igual que el hábito de los muchos "noes" trae un "no" a la hora de la verdad, el hábito de responder que sí a los embajadores de la verdad es lo que endereza nuestra vida. Julien Green cuenta en su diario otro pequeño ejemplo. "La primera vez que pensé en la muerte como un acontecimiento al que yo no escaparía, tenía unos veinte años. Fue en el jardín de mi tío, en Virginia. Evidentemente, sabía que tenía que morir, pero, como dice Bossuet, no lo creía. Aquel día entreví lo que podía significar el hecho de morir. Supuso una especie de revelación interior, y aquel pensamiento tan sencillo -tú también morirás- puedo afirmar que me cambió por dentro."
Vivimos en medio de una sucesión de decisiones que conforman nuestro modo de ser. Y no siempre es fácil acertar. Sería simplista pensar que, cuando cerramos nuestro corazón a la llamada del bien, viene de inmediato un sentimiento de angustia. Es más, puede haber incluso un inicial alivio interior, un sentimiento de liberación, de mayor posesión de uno mismo, como de un peso que uno se ha quitado de encima, de una responsabilidad que ha dejado de pesar sobre nosotros. El rechazo del bien no siempre va acompañado de remordimiento, pues el hombre que se desliza por la pendiente del mal vive en una especie de magia que le fascina. El mal puede resultar atractivo y el bien, mientras no lo gustamos, puede parecer insulso e irreal. Sólo a la larga, el mal descubre la saciedad que oculta, y luego no siempre resulta fácil salir de él. Por eso es preciso guardar nuestro propio corazón, velar por la sensibilidad de sus puertas, pues, de lo contrario, pronto nos encontraremos poseídos por ideas y sentimientos que hipotecan nuestra vida.
Vivimos en medio de una sucesión de decisiones que conforman nuestro modo de ser
Autor: Alfonso Aguiló Pastrana
Julien Green describe con maestría ese proceso personal, íntimo, por el que todas las personas escuchamos en nuestro interior una llamada a la responsabilidad, a ser mejores, y que unas veces escuchamos y otras no. Hay una página de su diario que lo expresa muy bien: "Tal día de tu infancia, mientras jugabas solo en el cuarto de tu madre y el sol brillaba sobre tus manos, vino hacia ti cierto pensamiento, ataviado como un mensajero del rey, y tú lo acogiste con alegría, pero más tarde lo rechazaste. Y aquel pensamiento te hubiera guardado, sostenido. Cuando caminabas bajo los plátanos de tal avenida, y tu primo te dijo tales palabras, comprendiste enseguida que aquellas palabras te llegaban de parte de Dios, pero luego las olvidaste, porque contradecían en ti el gusto del placer. Y tal carta, que rompiste y tiraste a la papelera, te habría disipado aquellas dudas, pero tú no querías cambiar...".
Algunas de esas ocasiones tienen una trascendencia especial. Son segundos que parecen decidir nuestro destino. Y no son algo accidental o inopinado, sino el fruto de una larga serie de actos sutilmente ligados entre sí. Son instantes que parecen impuestos por un misterioso impulso, sin ningún debate interior, pero esa aparente ausencia de deliberación no implica falta de libertad. Nuestros actos interiores, esos mil pequeños detalles que registramos en nuestro interior casi sin darnos cuenta, todas las numerosas y minúsculas negativas que dejamos pasar cada día, tejen poco a poco, a nivel consciente o subconsciente, un entramado interior. Y un día, quizá con ocasión de un suceso mínimo, incluso indiferente en sí mismo, surge en nosotros una idea o una convicción que parece nacer ya formada de nuestra mente, como Atenea surgió de la frente de Zeus. Parecen actos o pensamientos espontáneos, pero, en realidad, expresan el resultado de una batalla que se venía librando desde tiempo atrás en un nivel muy personal, en pequeños hábitos ocultos, en pensamientos velados, en complicidades interiores. Y llega un momento en que nuestra conciencia está parcialmente enajenada, enredada en esas mallas que se han ido tejiendo con el tiempo y que impiden la expresión de nuestra libertad verdadera.
De manera semejante, nuestras buenas acciones, nuestras aspiraciones al bien, hasta nuestros más insignificantes actos de generosidad, tejen a su vez otra red profunda, que también aflora un día en decisiones personales importantes. Igual que el hábito de los muchos "noes" trae un "no" a la hora de la verdad, el hábito de responder que sí a los embajadores de la verdad es lo que endereza nuestra vida. Julien Green cuenta en su diario otro pequeño ejemplo. "La primera vez que pensé en la muerte como un acontecimiento al que yo no escaparía, tenía unos veinte años. Fue en el jardín de mi tío, en Virginia. Evidentemente, sabía que tenía que morir, pero, como dice Bossuet, no lo creía. Aquel día entreví lo que podía significar el hecho de morir. Supuso una especie de revelación interior, y aquel pensamiento tan sencillo -tú también morirás- puedo afirmar que me cambió por dentro."
Vivimos en medio de una sucesión de decisiones que conforman nuestro modo de ser. Y no siempre es fácil acertar. Sería simplista pensar que, cuando cerramos nuestro corazón a la llamada del bien, viene de inmediato un sentimiento de angustia. Es más, puede haber incluso un inicial alivio interior, un sentimiento de liberación, de mayor posesión de uno mismo, como de un peso que uno se ha quitado de encima, de una responsabilidad que ha dejado de pesar sobre nosotros. El rechazo del bien no siempre va acompañado de remordimiento, pues el hombre que se desliza por la pendiente del mal vive en una especie de magia que le fascina. El mal puede resultar atractivo y el bien, mientras no lo gustamos, puede parecer insulso e irreal. Sólo a la larga, el mal descubre la saciedad que oculta, y luego no siempre resulta fácil salir de él. Por eso es preciso guardar nuestro propio corazón, velar por la sensibilidad de sus puertas, pues, de lo contrario, pronto nos encontraremos poseídos por ideas y sentimientos que hipotecan nuestra vida.
martes, 22 de junio de 2010
Los guatemaltecos según Gabriel García Márquez
Editado con el permiso de Gabriel García Márquez...
Autorización: 678tre5690uyp095jhg679iuytr7gt9h3ñpl4gh7MACHPu5XXXXXXXX
No hay nadie que no conozca a un guatemalteco o, por lo menos, conoce a alguien que conoce a un guatemalteco. De todas maneras, le preguntaron en una ocasión a un reconocido sabio maestro: ¿Qué es un guatemalteco? Su respuesta fue la siguiente: ¡Ah, los guatemaltecos… que difícil pregunta! Los guatemaltecos están entre ustedes pero no son de ustedes. Los guatemaltecos beben en la misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen de la música. Los guatemaltecos toman en serio los chistes y hacen chistes de lo serio. No creen en nadie y creen en todo. ¡No se les ocurra discutir con ellos jamás! Los guatemaltecos nacen con sabiduría. No necesitan leer, ¡todo lo saben! No necesitan viajar, ¡todo lo han visto! Los guatemaltecos son algo así como el pueblo escogido, por ellos mismos. Los guatemaltecos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia y, en grupos, por su gritería y apasionamiento.
Cada uno de ellos lleva en sí la chispa de genios y los genios no se llevan bien entre sí, de ahí que reunir a los guatemaltecos es fácil, pero unirlos es casi imposible. No se les hable de lógica, pues eso implica razonamiento y mesura y los guatemaltecos son hiperbólicos y exagerados. Por ejemplo, si te invitan a un restaurante a comer, no te invitaron al mejor restaurante del pueblo, sino al mejor restaurante del mundo.
Cuando discuten, no dicen: No estoy de acuerdo con vos sino ¡Estas completamente equivocado! Tienen tendencias antropofágicas; así entonces ¡Se la comió! Es una expresión de admiración y comerse a una mujer guapa es señal de una situación admirable. Llamarle a alguien "come mierda" es un insulto lacerante. El guatemalteco ama tanto la contradicción que llama "animalón" a las mujeres hermosas y "bárbaros" a los eruditos. Si te aqueja alguna situación de salud te advierten, ¡Mano, debiste hablar conmigo para llevarte donde un cuate mío, que es un médico cabrón! Los guatemaltecos ofrecen soluciones antes de saber el problema. Para ellos nunca hay problema. Saben lo que hay que hacer para erradicar el terrorismo, encausar a países pobres del Caribe, eliminar el hambre en África, pagar la deuda externa, quién debe ser presidente y cómo Estados Unidos puede llegar a ser una potencia mundial.
No entienden por qué los demás no les entienden cuando sus ideas son tan sencillas y claras, y no acaban de entender por que la gente no quiere aprender a hablar castellano como ellos, sino que quieren que todo el mundo aprendan 23 lenguas precolombinas que lo que hacen es dividir mas a la sociedad.
¡Ah, los guatemaltecos… No podemos vivir mucho con ellos, pero es imposible vivir sin ellos!
Dedicado con cariño a los habitantes del mejor país del Mundo…
Gabriel García Márquez
Autorización: 678tre5690uyp095jhg679iuytr7gt9h3ñpl4gh7MACHPu5XXXXXXXX
No hay nadie que no conozca a un guatemalteco o, por lo menos, conoce a alguien que conoce a un guatemalteco. De todas maneras, le preguntaron en una ocasión a un reconocido sabio maestro: ¿Qué es un guatemalteco? Su respuesta fue la siguiente: ¡Ah, los guatemaltecos… que difícil pregunta! Los guatemaltecos están entre ustedes pero no son de ustedes. Los guatemaltecos beben en la misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen de la música. Los guatemaltecos toman en serio los chistes y hacen chistes de lo serio. No creen en nadie y creen en todo. ¡No se les ocurra discutir con ellos jamás! Los guatemaltecos nacen con sabiduría. No necesitan leer, ¡todo lo saben! No necesitan viajar, ¡todo lo han visto! Los guatemaltecos son algo así como el pueblo escogido, por ellos mismos. Los guatemaltecos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia y, en grupos, por su gritería y apasionamiento.
Cada uno de ellos lleva en sí la chispa de genios y los genios no se llevan bien entre sí, de ahí que reunir a los guatemaltecos es fácil, pero unirlos es casi imposible. No se les hable de lógica, pues eso implica razonamiento y mesura y los guatemaltecos son hiperbólicos y exagerados. Por ejemplo, si te invitan a un restaurante a comer, no te invitaron al mejor restaurante del pueblo, sino al mejor restaurante del mundo.
Cuando discuten, no dicen: No estoy de acuerdo con vos sino ¡Estas completamente equivocado! Tienen tendencias antropofágicas; así entonces ¡Se la comió! Es una expresión de admiración y comerse a una mujer guapa es señal de una situación admirable. Llamarle a alguien "come mierda" es un insulto lacerante. El guatemalteco ama tanto la contradicción que llama "animalón" a las mujeres hermosas y "bárbaros" a los eruditos. Si te aqueja alguna situación de salud te advierten, ¡Mano, debiste hablar conmigo para llevarte donde un cuate mío, que es un médico cabrón! Los guatemaltecos ofrecen soluciones antes de saber el problema. Para ellos nunca hay problema. Saben lo que hay que hacer para erradicar el terrorismo, encausar a países pobres del Caribe, eliminar el hambre en África, pagar la deuda externa, quién debe ser presidente y cómo Estados Unidos puede llegar a ser una potencia mundial.
No entienden por qué los demás no les entienden cuando sus ideas son tan sencillas y claras, y no acaban de entender por que la gente no quiere aprender a hablar castellano como ellos, sino que quieren que todo el mundo aprendan 23 lenguas precolombinas que lo que hacen es dividir mas a la sociedad.
¡Ah, los guatemaltecos… No podemos vivir mucho con ellos, pero es imposible vivir sin ellos!
Dedicado con cariño a los habitantes del mejor país del Mundo…
Gabriel García Márquez
miércoles, 9 de junio de 2010
Carta de un sacerdote salesiano a los periodistas i
Carta del P. Martín Lasarte, salesiano uruguayo que hace casi 20 años está en Angola (África). Es una carta dirigida al periódico New York Times, que se ha empeñado en una campaña mediática contra la Iglesia y el Papa, más allá del doloroso escándalo de los sacerdotes que han sido motivo de escándalo por sus inconductas sexuales aberrantes.
Querido hermano y hermana periodista:
Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.
Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.
Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… Ciertamente ¡todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta odio.
¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños... No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio. Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a seropositivos… o sobretodo, en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
No es noticia que mi amigo, el P. Marco Aurelio Fonseca, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión, haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región… Ninguno pasa los 40 años.
No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.
La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.
No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura…
Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico en la cual me siento ofendido.
Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión.
En Cristo,
P. Martín Lasarte sdb
Angola - África
Querido hermano y hermana periodista:
Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.
Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.
Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… Ciertamente ¡todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta odio.
¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños... No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio. Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a seropositivos… o sobretodo, en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
No es noticia que mi amigo, el P. Marco Aurelio Fonseca, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión, haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región… Ninguno pasa los 40 años.
No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.
La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.
No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura…
Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico en la cual me siento ofendido.
Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión.
En Cristo,
P. Martín Lasarte sdb
Angola - África
sábado, 5 de junio de 2010
Cinco minutos de Cielo
TÍTULO ORIGINAL: Five Minutes of Heaven AÑO: 2009 PAÍS Reino Unido
DIRECTOR: Oliver Hirschbiegel GUIÓN: Guy Hibbert MÚSICA: David Holmes
REPARTO Liam Neeson, James Nesbitt, Anamaria Marinca, Conor MacNeill, Richard Dormer, Mark Davison, Kevin O’Neill, Gerard Jordan, Juliet Crawford
PREMIOS 2009: Sundance: Mejor dirección, mejor guión World Cinema
SINOPSIS:
Lurgan, Irlanda del Norte, 1975. Una guerra civil de bajo nivel se ha ido gestando, con el IRA, que apunta a legitimistas británicos; y la Fuerza de Voluntarios legitimista del Ulster, que exige la venganza contra católicos que ellos consideran militantes republicanos. Alistair Little, de 16 años, es el líder de una célula UVF (Fuerza Voluntaria del Ulster) impaciente por derramar sangre. Él y su cuadrilla reciben el visto bueno para matar a un joven católico, James Griffin. Cuando se perpetra el golpe, Joe Griffin, de 11 años de edad, ve con horror cómo muere su hermano. Treinta años más tarde, Joe y Alistair deben encontrarse, ante las cámaras, de cara a una reconciliación. Alistair ha cumplido su condena, y la paz se ha establecido en Irlanda del Norte, pero Joe Griffin tiene otros planes en mente. (FILMAFFINITY)
Para los que no conozcan al director, es el mismo que hace cinco años realizó la película "El Hundimiento" que está considerada como una de las películas que más aportan sobre un tema tan trillado: el "nazismo".
El guión y el diréctor hace que se luzcan un Liam Neeson sumido en una vida sin sentido y dolorosa y a un James Nesbitt que raya en la locura, lleno de rencor, impotente ante el pasado y el presente.
Contiene una crítica acertada hacia los medios de comunicación, hacia la violencia y las ideologías que empujan hacia ella.
Definitivamente es una película que nos ayuda a conocernos mejor, también con nuestras bajezas e iniquidades necesitadas de perdón, que nos permitirán mirar compasivamente las de los otros sin reducir su drama. Por estas y otras muchas razones que descubrirán no se la pueden perder.
Para aquellos que lo pedían: todas las películas que aquí comento están en los videoclubs de Guatemala.
DIRECTOR: Oliver Hirschbiegel GUIÓN: Guy Hibbert MÚSICA: David Holmes
REPARTO Liam Neeson, James Nesbitt, Anamaria Marinca, Conor MacNeill, Richard Dormer, Mark Davison, Kevin O’Neill, Gerard Jordan, Juliet Crawford
PREMIOS 2009: Sundance: Mejor dirección, mejor guión World Cinema
SINOPSIS:
Lurgan, Irlanda del Norte, 1975. Una guerra civil de bajo nivel se ha ido gestando, con el IRA, que apunta a legitimistas británicos; y la Fuerza de Voluntarios legitimista del Ulster, que exige la venganza contra católicos que ellos consideran militantes republicanos. Alistair Little, de 16 años, es el líder de una célula UVF (Fuerza Voluntaria del Ulster) impaciente por derramar sangre. Él y su cuadrilla reciben el visto bueno para matar a un joven católico, James Griffin. Cuando se perpetra el golpe, Joe Griffin, de 11 años de edad, ve con horror cómo muere su hermano. Treinta años más tarde, Joe y Alistair deben encontrarse, ante las cámaras, de cara a una reconciliación. Alistair ha cumplido su condena, y la paz se ha establecido en Irlanda del Norte, pero Joe Griffin tiene otros planes en mente. (FILMAFFINITY)
Para los que no conozcan al director, es el mismo que hace cinco años realizó la película "El Hundimiento" que está considerada como una de las películas que más aportan sobre un tema tan trillado: el "nazismo".
El guión y el diréctor hace que se luzcan un Liam Neeson sumido en una vida sin sentido y dolorosa y a un James Nesbitt que raya en la locura, lleno de rencor, impotente ante el pasado y el presente.
Contiene una crítica acertada hacia los medios de comunicación, hacia la violencia y las ideologías que empujan hacia ella.
Definitivamente es una película que nos ayuda a conocernos mejor, también con nuestras bajezas e iniquidades necesitadas de perdón, que nos permitirán mirar compasivamente las de los otros sin reducir su drama. Por estas y otras muchas razones que descubrirán no se la pueden perder.
Para aquellos que lo pedían: todas las películas que aquí comento están en los videoclubs de Guatemala.
miércoles, 26 de mayo de 2010
LOS PADRES PRIMEROS EDUCADORES DE SUS HIJOS
1. INTRODUCCIÓN
Corren tiempos en los que las prisas nos llevan a no considerar el significado de las palabras, incluso hay quién piensa que éstas no tienen importancia. Sin embargo, lo característico del ser humano es la capacidad de pensar y de transmitir lo pensado: las palabras y los conceptos son muy importantes.
Así, el termino educar no significa lo mismo para todos. Cuando se habla de educación unos entienden adquirir conocimientos, otros lo confunden con las buenas maneras. Educar significa ayudar a crecer como personas y por eso el término “educación integral” que tanto se utiliza parece una redundancia: la educación o es integral o no lo es.
La educación tiene mucho más que ver con la adquisición de virtudes humanas y su vivencia que con adquirir conocimientos. Corresponde a los padres la transmisión de esos valores y virtudes que donde mejor se aprenden es en la familia, el lugar donde se es querido por el mero hecho de ser.
2. FUNDAMENTACIÓN
“Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan” (Gravissimum educationis, Paulo VI)
“El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, (…) original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros” (Mater et Magistra, Concilio Vaticano II)
“Por encima de estas características, no puede olvidarse que el elemento más radical, que determina el deber educativo de los padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida. El amor de los padres se transforma de fuente en alma, y por consiguiente, en norma, que inspira y guía toda la acción educativa concreta, enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor” (Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, Juan Pablo II)
3. PROTAGONISMO DE LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN DE SUS HIJOS
Por naturaleza, el derecho irrenunciable y la responsabilidad de la educación de los alumnos de un centro educativo corresponde a los padres, a quienes el colegio ayuda en su tarea indelegable de primeros y fundamentales educadores, conscientes de que, por grande que pueda ser la influencia educativa del centro, no tiene la hondura, ni la extensión, ni la continuidad del ambiente familiar.
La familia es el ámbito propio del desarrollo más profundo de la persona: las actitudes más radicales ante la vida, la formación moral y religiosa, el uso responsable de la libertad y, en general, la orientación y el cultivo de la personalidad, se educan principalmente en el seno familiar. Allí, la persona recibe los primeros y más decisivos estímulos para el desarrollo sensorial, lingüístico, intelectual y físico. Familia y colegio se necesitan mutuamente, aunque el protagonismo y la principal responsabilidad la tiene la primera.
La responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos abarca todos los aspectos de esta. También su aprendizaje, en cuanto esta actividad es un medio fundamental para la formación de la inteligencia y la voluntad de la persona. El colegio que responsablemente eligen los padres para sus hijos, haciendo uso de su derecho es un complemento educativo de la familia, nunca un sustituto. Ni siquiera la formación intelectual es tarea exclusiva de la escuela, aunque lo sea preferentemente, sino que, también en este campo, la familia tiene su responsabilidad: la creación y mantenimiento de una cultura familiar, en el más pleno sentido del término cultura: cultivo intelectual mediante la comunicación, la ayuda y el aliento mutuo en un ámbito de seguridad, de amor y aceptación.
Cuando la familia y el colegio son dos ámbitos equilibrados y coherentes en valores, se están sentando las bases más firmes para una educación de calidad.
Corresponde al centro educativo, en primer y principal lugar, ayudar a los padres de los alumnos para que puedan ser, de hecho, lo que les corresponde por derecho: los primeros y principales educadores de sus hijos. Originariamente, los padres -el matrimonio en común- son los únicos que tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos. Los profesores participan de ese derecho-deber subsidiariamente, en la medida que los padres delegan ese encargo al centro educativo, sin dejar por ello su responsabilidad. Son los padres los que han de proponer las metas educativas de sus hijos, quienes trazan las líneas maestras de un auténtico proyecto educativo personal: ¿Qué quiero para mi hijo? ¿Cómo lo quiero educar? En la práctica, empiezan a responder a esas preguntas cuando eligen un determinado tipo de centro educativo para sus hijos.
Cuanto más consciente, perseverante y coherente sea la acción educativa familiar, mayor será su influencia en la formación de sus hijos. Cuando falta esta vida educativa familiar, se producen importantes carencias en el desarrollo. El tiempo compartido es muy importante para el desarrollo equilibrado de los hijos y para la construcción de una vida familiar sana. La relación a la que hacemos referencia supone, ante todo, dedicar tiempo a los hijos, y en esa dedicación es más importante la calidad que la cantidad.
Por estas razones, interesa facilitar y fomentar desde el centro escolar la implicación de los padres en la educación de sus hijos, ofreciéndoles, de parte de los profesores, ocasiones y medios de actuar educativamente con sus hijos, para que conozcan con seguridad sus enormes posibilidades educativas, en su ámbito propio, el familiar, con su buen ejemplo y compartiendo el tiempo con sus hijos en actividades realmente educativas y enriquecedoras para toda la familia.
El colegio debe ayudar a los padres de familia para que dediquen su tiempo a sus hijos, para que tengan la seguridad de que son capaces de educar muy bien a sus hijos y darles una amplia gama de sugerencias prácticas de modos de hacer educativos en la familia. Las entrevistas de asesoramiento educativo familiar representan un momento especialmente oportuno para ese fin.
El programa de educación familiar, que contempla reuniones de curso para padres, cursos intensivos y aulas permanentes, los ciclos de conferencias o la orientación sobre lecturas escogidas, son algunos medios de adquirir los conocimientos y destrezas necesarias que les faciliten la educación de sus hijos.
El colegio, también deben mantener a los padres informados de los contenidos que se trabajan en ese momento en el centro escolar y de las posibilidades que ofrece el seno familiar para una mejor educación. Por eso es importante establecer una información frecuente y fluida del colegio a las familias sobre las actividades escolares que realizan sus hijos, así como los logros que van alcanzando y las dificultades que encuentran.
REFERENCIAS:
1. Declaración Gravissimum Educationis (sobre la educación cristiana). Paulo VI. 1965
2. Proyecto Educativo Familiar. Nota Técnica de ICEF. Isabel de Palomino. 2005
3. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. Juan Pablo II. 1981
4. Nota Técnica. Espíritu Fundacional. APDE 1994
5. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” 11. 1966
6. Carta Encíclica. Humanae vitae. Paulo VI. 1968
Corren tiempos en los que las prisas nos llevan a no considerar el significado de las palabras, incluso hay quién piensa que éstas no tienen importancia. Sin embargo, lo característico del ser humano es la capacidad de pensar y de transmitir lo pensado: las palabras y los conceptos son muy importantes.
Así, el termino educar no significa lo mismo para todos. Cuando se habla de educación unos entienden adquirir conocimientos, otros lo confunden con las buenas maneras. Educar significa ayudar a crecer como personas y por eso el término “educación integral” que tanto se utiliza parece una redundancia: la educación o es integral o no lo es.
La educación tiene mucho más que ver con la adquisición de virtudes humanas y su vivencia que con adquirir conocimientos. Corresponde a los padres la transmisión de esos valores y virtudes que donde mejor se aprenden es en la familia, el lugar donde se es querido por el mero hecho de ser.
2. FUNDAMENTACIÓN
“Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan” (Gravissimum educationis, Paulo VI)
“El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, (…) original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros” (Mater et Magistra, Concilio Vaticano II)
“Por encima de estas características, no puede olvidarse que el elemento más radical, que determina el deber educativo de los padres, es el amor paterno y materno que encuentra en la acción educativa su realización, al hacer pleno y perfecto el servicio a la vida. El amor de los padres se transforma de fuente en alma, y por consiguiente, en norma, que inspira y guía toda la acción educativa concreta, enriqueciéndola con los valores de dulzura, constancia, bondad, servicio, desinterés, espíritu de sacrificio, que son el fruto más precioso del amor” (Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, Juan Pablo II)
3. PROTAGONISMO DE LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN DE SUS HIJOS
Por naturaleza, el derecho irrenunciable y la responsabilidad de la educación de los alumnos de un centro educativo corresponde a los padres, a quienes el colegio ayuda en su tarea indelegable de primeros y fundamentales educadores, conscientes de que, por grande que pueda ser la influencia educativa del centro, no tiene la hondura, ni la extensión, ni la continuidad del ambiente familiar.
La familia es el ámbito propio del desarrollo más profundo de la persona: las actitudes más radicales ante la vida, la formación moral y religiosa, el uso responsable de la libertad y, en general, la orientación y el cultivo de la personalidad, se educan principalmente en el seno familiar. Allí, la persona recibe los primeros y más decisivos estímulos para el desarrollo sensorial, lingüístico, intelectual y físico. Familia y colegio se necesitan mutuamente, aunque el protagonismo y la principal responsabilidad la tiene la primera.
La responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos abarca todos los aspectos de esta. También su aprendizaje, en cuanto esta actividad es un medio fundamental para la formación de la inteligencia y la voluntad de la persona. El colegio que responsablemente eligen los padres para sus hijos, haciendo uso de su derecho es un complemento educativo de la familia, nunca un sustituto. Ni siquiera la formación intelectual es tarea exclusiva de la escuela, aunque lo sea preferentemente, sino que, también en este campo, la familia tiene su responsabilidad: la creación y mantenimiento de una cultura familiar, en el más pleno sentido del término cultura: cultivo intelectual mediante la comunicación, la ayuda y el aliento mutuo en un ámbito de seguridad, de amor y aceptación.
Cuando la familia y el colegio son dos ámbitos equilibrados y coherentes en valores, se están sentando las bases más firmes para una educación de calidad.
Corresponde al centro educativo, en primer y principal lugar, ayudar a los padres de los alumnos para que puedan ser, de hecho, lo que les corresponde por derecho: los primeros y principales educadores de sus hijos. Originariamente, los padres -el matrimonio en común- son los únicos que tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos. Los profesores participan de ese derecho-deber subsidiariamente, en la medida que los padres delegan ese encargo al centro educativo, sin dejar por ello su responsabilidad. Son los padres los que han de proponer las metas educativas de sus hijos, quienes trazan las líneas maestras de un auténtico proyecto educativo personal: ¿Qué quiero para mi hijo? ¿Cómo lo quiero educar? En la práctica, empiezan a responder a esas preguntas cuando eligen un determinado tipo de centro educativo para sus hijos.
Cuanto más consciente, perseverante y coherente sea la acción educativa familiar, mayor será su influencia en la formación de sus hijos. Cuando falta esta vida educativa familiar, se producen importantes carencias en el desarrollo. El tiempo compartido es muy importante para el desarrollo equilibrado de los hijos y para la construcción de una vida familiar sana. La relación a la que hacemos referencia supone, ante todo, dedicar tiempo a los hijos, y en esa dedicación es más importante la calidad que la cantidad.
Por estas razones, interesa facilitar y fomentar desde el centro escolar la implicación de los padres en la educación de sus hijos, ofreciéndoles, de parte de los profesores, ocasiones y medios de actuar educativamente con sus hijos, para que conozcan con seguridad sus enormes posibilidades educativas, en su ámbito propio, el familiar, con su buen ejemplo y compartiendo el tiempo con sus hijos en actividades realmente educativas y enriquecedoras para toda la familia.
El colegio debe ayudar a los padres de familia para que dediquen su tiempo a sus hijos, para que tengan la seguridad de que son capaces de educar muy bien a sus hijos y darles una amplia gama de sugerencias prácticas de modos de hacer educativos en la familia. Las entrevistas de asesoramiento educativo familiar representan un momento especialmente oportuno para ese fin.
El programa de educación familiar, que contempla reuniones de curso para padres, cursos intensivos y aulas permanentes, los ciclos de conferencias o la orientación sobre lecturas escogidas, son algunos medios de adquirir los conocimientos y destrezas necesarias que les faciliten la educación de sus hijos.
El colegio, también deben mantener a los padres informados de los contenidos que se trabajan en ese momento en el centro escolar y de las posibilidades que ofrece el seno familiar para una mejor educación. Por eso es importante establecer una información frecuente y fluida del colegio a las familias sobre las actividades escolares que realizan sus hijos, así como los logros que van alcanzando y las dificultades que encuentran.
REFERENCIAS:
1. Declaración Gravissimum Educationis (sobre la educación cristiana). Paulo VI. 1965
2. Proyecto Educativo Familiar. Nota Técnica de ICEF. Isabel de Palomino. 2005
3. Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. Juan Pablo II. 1981
4. Nota Técnica. Espíritu Fundacional. APDE 1994
5. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” 11. 1966
6. Carta Encíclica. Humanae vitae. Paulo VI. 1968
jueves, 13 de mayo de 2010
Libro: El juego de Ender (título original Ender's Game, 1985)
El juego de Ender (título original Ender's Game, 1985) es la novela más conocida de Orson Scott Card. Obtuvo los dos premios más prestigiosos de la ciencia ficción: el Premio Nébula a la mejor novela en 1985 y el Premio Hugo a la mejor novela en 1986. La novela se originó como un cuento de ciencia ficción en Analog Magazine (1977), cuento que recibió el Premio Ignotus de 1994, así como sendas nominaciones al Hugo y Locus de 1978. Está ambientada en un futuro donde la humanidad se enfrenta al exterminio a manos de una agresiva sociedad extraterrestre conocida como los "insectores" (buggers en el original). El juego de Ender es el primero de un grupo de cuatro libros conocidos como la Saga de Ender. En 1999 Card comenzó una serie de novelas paralela a la acción descrita en la Saga de Ender, la Saga de las Sombras, que se compone de otros cuatro libros. La primera de estas novelas fue La Sombra de Ender.
Sinópsis en breve:
La tierra se ve amenazada por una raza extraterrestre que se comunica telepáticamente y considera no tener nada en común con los humanos a los que quiere destruir. Para vencerlos es necesario un genio militar y por ello se ha permitido el nacimiento de Ender. La novela, primera la serie sobre su protagonista, trata de la formación de una personalidad excepcional en medio de un ambiente de gran presión y complejidad tecnológica. A la habilidad en tratamiento de las emociones que es habitual en Card, se une aquí el interés por la utilización de simulaciones de ordenador en la formación militar y estratégica del protagonista.
Comentario:
Pocas novelas en la ciencia ficción me han causado interés. Esta que reseño hoy, me apasionó. No es una genialidad, pero si una obra maestra: es un soplo nuevo que definió los relatos posteriores de este género literario. Adictiva te prende desde el primer momento y que provoca en no pocos lectores (me incluyo) solo un capítulo más y me duermo: al final desvelo.
Quizás estamos hablando de una de las novelas que se ha convertido en paradigma, tanto en la identificación psicológica de los personajes como en un aspecto los juegos de guerra, y es, sin ninguna duda, una obra pionera en la descripción de la realidad virtual. Es una de las novelas indiscutibles del género; sin embargo, se ha quedado en una tierra de nadie entre la ciencia-ficción clásica y la New Wave, un pequeño encallamiento que no impide que sea merecidamente lo que es: una de las piezas más importantes de la historia de la ciencia-ficción.
Me quedo aquí ánimo a leer que la vida es corta.
Sinópsis en breve:
La tierra se ve amenazada por una raza extraterrestre que se comunica telepáticamente y considera no tener nada en común con los humanos a los que quiere destruir. Para vencerlos es necesario un genio militar y por ello se ha permitido el nacimiento de Ender. La novela, primera la serie sobre su protagonista, trata de la formación de una personalidad excepcional en medio de un ambiente de gran presión y complejidad tecnológica. A la habilidad en tratamiento de las emociones que es habitual en Card, se une aquí el interés por la utilización de simulaciones de ordenador en la formación militar y estratégica del protagonista.
Comentario:
Pocas novelas en la ciencia ficción me han causado interés. Esta que reseño hoy, me apasionó. No es una genialidad, pero si una obra maestra: es un soplo nuevo que definió los relatos posteriores de este género literario. Adictiva te prende desde el primer momento y que provoca en no pocos lectores (me incluyo) solo un capítulo más y me duermo: al final desvelo.
Quizás estamos hablando de una de las novelas que se ha convertido en paradigma, tanto en la identificación psicológica de los personajes como en un aspecto los juegos de guerra, y es, sin ninguna duda, una obra pionera en la descripción de la realidad virtual. Es una de las novelas indiscutibles del género; sin embargo, se ha quedado en una tierra de nadie entre la ciencia-ficción clásica y la New Wave, un pequeño encallamiento que no impide que sea merecidamente lo que es: una de las piezas más importantes de la historia de la ciencia-ficción.
Me quedo aquí ánimo a leer que la vida es corta.
miércoles, 12 de mayo de 2010
Un poema, una canción
Caminante no hay camino
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.
Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...
Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...
Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso...
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso...
Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso.
Antonio Machado
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.
Nunca persequí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...
Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...
Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso...
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso...
Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."
Golpe a golpe, verso a verso.
Antonio Machado
jueves, 22 de abril de 2010
The Road (La Carretera) No necesita de premios, se premia por sí sola
Título V.O.: The road
Año de producción: 2009
Distribuidora: Wide Pictures
Género: Drama
Clasificación: No recomendada menores de 13 años
Estreno: 5 de febrero de 2010
Director: John Hillcoat
Guión: Joe Penhall
Música: Nick Cave, Warren Ellis
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Intérpretes: Robert Duvall (el anciano), Charlize Theron (la esposa), Viggo Mortensen (el hombre), Molly Parker (mujer maternal), Guy Pearce (el veterano), Garrett Dillahunt (miembro de la banda), Kodi Smit-McPhee (el niño)
"The Road" es la adaptación de John Hillcoat de la novela del mismo nombre, de Cormac McCarthy, en la que un hombre y su hijo recorren las destrozadas rutas de un mundo en el que la civilización ha llegado a su fin y la naturaleza padece una agonía en la que se trasluce el final.
Sinopsis
El mundo fue prácticamente destruido hace una década por un cataclismo desconocido. No hay autoridad, ni alimentos, ni energía, sólo unos pocos supervivientes, violentos, sin ley y el canibalismo. En este paisaje apocalíptico, un padre y su hijo caminan por lo que antes eran autopistas, intentando subsistir con lo que encuentran. Si quieren mantenerse en pie, tendrán que defenderse de los ataques, valerse de los recuerdos del pasado y no perder el amor del uno por el otro.
Me llama poderosamente la atención que la Academia de Hollywood no le prestara la más mínima atención a la película más sólida del 2009 y, mucho más grave aún, la que sin lugar a dudas es la interpretación masculina del año, Viggo Mortensen está irreconocible,brillante.
Pero "The Road" es una película que se defiende sola sin necesidad de premios, y es así por varios motivos; en primer lugar porque poner en imágenes novela tan introspectiva y divagante, relato tan psicológico y literario sin sacrificar la rotundidad existencialista del texto de Cormac McCarthy tiene mucho mérito; en segundo lugar por saber separar el grano de la paja y no caer en los tics de género, ni encharcarse en el cine apocalíptico contemporáneo; "The Road" es cine y literatura (y ciencia ficción) que se mueve en un escalofriante juego de matices en un drama familiar, el de un hombre obstinado por mantener encendida la llama de paternidad en un océano de desesperanza.
John Hillcoat interpreta magistralmente la novela de McCarthy, respetando su espíritu, dotándola de una entidad visual inimaginable y de una densidad escénica, por demás, absolutamente proverbial. Un inspiradísimo Viggo Mortensen, cuaja sin prisa el relato a caballo entre el presente y el pasado.
Hillcoat dibuja un desolador panorama de destrucción irreversible en medio de una catástrofe planetaria: toda la escalofriante degradación física y moral de la humanidad. Esculpe así una conmovedora epopeya padre-hijo en los límites mismos de la cordura y en el umbral que divide el mundo de los hombres y las bestias.
¿Los Oscar´s?, la verdad esta película no los necesita para fingir ser lo que no es. Le sobran motivos y argumentos para ser una de las películas clave de 2010 y, no menos importante, una de las adaptaciones novelescas más brillantes del año.
Año de producción: 2009
Distribuidora: Wide Pictures
Género: Drama
Clasificación: No recomendada menores de 13 años
Estreno: 5 de febrero de 2010
Director: John Hillcoat
Guión: Joe Penhall
Música: Nick Cave, Warren Ellis
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Intérpretes: Robert Duvall (el anciano), Charlize Theron (la esposa), Viggo Mortensen (el hombre), Molly Parker (mujer maternal), Guy Pearce (el veterano), Garrett Dillahunt (miembro de la banda), Kodi Smit-McPhee (el niño)
"The Road" es la adaptación de John Hillcoat de la novela del mismo nombre, de Cormac McCarthy, en la que un hombre y su hijo recorren las destrozadas rutas de un mundo en el que la civilización ha llegado a su fin y la naturaleza padece una agonía en la que se trasluce el final.
Sinopsis
El mundo fue prácticamente destruido hace una década por un cataclismo desconocido. No hay autoridad, ni alimentos, ni energía, sólo unos pocos supervivientes, violentos, sin ley y el canibalismo. En este paisaje apocalíptico, un padre y su hijo caminan por lo que antes eran autopistas, intentando subsistir con lo que encuentran. Si quieren mantenerse en pie, tendrán que defenderse de los ataques, valerse de los recuerdos del pasado y no perder el amor del uno por el otro.
Me llama poderosamente la atención que la Academia de Hollywood no le prestara la más mínima atención a la película más sólida del 2009 y, mucho más grave aún, la que sin lugar a dudas es la interpretación masculina del año, Viggo Mortensen está irreconocible,brillante.
Pero "The Road" es una película que se defiende sola sin necesidad de premios, y es así por varios motivos; en primer lugar porque poner en imágenes novela tan introspectiva y divagante, relato tan psicológico y literario sin sacrificar la rotundidad existencialista del texto de Cormac McCarthy tiene mucho mérito; en segundo lugar por saber separar el grano de la paja y no caer en los tics de género, ni encharcarse en el cine apocalíptico contemporáneo; "The Road" es cine y literatura (y ciencia ficción) que se mueve en un escalofriante juego de matices en un drama familiar, el de un hombre obstinado por mantener encendida la llama de paternidad en un océano de desesperanza.
John Hillcoat interpreta magistralmente la novela de McCarthy, respetando su espíritu, dotándola de una entidad visual inimaginable y de una densidad escénica, por demás, absolutamente proverbial. Un inspiradísimo Viggo Mortensen, cuaja sin prisa el relato a caballo entre el presente y el pasado.
Hillcoat dibuja un desolador panorama de destrucción irreversible en medio de una catástrofe planetaria: toda la escalofriante degradación física y moral de la humanidad. Esculpe así una conmovedora epopeya padre-hijo en los límites mismos de la cordura y en el umbral que divide el mundo de los hombres y las bestias.
¿Los Oscar´s?, la verdad esta película no los necesita para fingir ser lo que no es. Le sobran motivos y argumentos para ser una de las películas clave de 2010 y, no menos importante, una de las adaptaciones novelescas más brillantes del año.
miércoles, 17 de marzo de 2010
más sobre lo que se comenta actualmente
"Desde 1995 se ha denunciado en Alemania 210.000 casos de abusos sexuales de algún tipo. De ellos, 94 (noventa y cuatro) afectan a personas o instituciones de la Iglesia católica.
Eso supone el 0,045 %. No el 4%, ni el 0,4% sino el 0,0447%
El dato lo ofrece el veterano periodista Luigi Accattoli en un artículo publicado en Liberal (9 de marzo 2010)
["Ora è il turno della Germania e la fiamma raddoppia perché il Papa è tedesco. In Germania dal 1995 sono stati denunciati 210 mila casi di abusi su minori e quelli coinvolgenti la Chiesa cattolica sarebbero 94: ce n’è per tutti.
http://www.liberal.it/media/340307/09_03_liberal_10.pdf]
Antes de seguir adelante, subrayo -para evitar equívocos- lo que ya he dicho aquí varias veces: un solo caso ya es demasiado. No se trata, por tanto, de hacer un ranking ni de ver quien se ha comportado peor. Pero al mismo tiempo, es preciso reconocer que -a juzgar por los titulares de prensa de estos días-, se diría que la gran bestia negra es la Iglesia católica y sus depravados ministros.
“Es fácil explicar el ensañamiento de los medios sobre el clero católico”, dice Accattoli. “El mundo de los periodistas apoya espontáneamente la 'revolución sexual' e individua fácilmente en el clero católico la mayor resistencia a tal orientación, de aquí el ímpetu con el que da resalto -si puede- a las contradicciones”. Es una observación interesante de una persona que lleva cuarenta años trabajando en diarios como La Repubblica y Corriere della Sera.
Dejando de lado lo que puedan decir o hacer los demás, resulta admirable la "operación limpieza" que está llevando a cabo Benedicto XVI, de la que ya habló en el memorable Via Crucis de 2005 (escrito por el cardenal Ratzinger y seguido por Juan Pablo II, pocos días antes de morir, desde la capilla de su apartamento)."
http://www.laiglesiaenlaprensa.com/2010/03/operaci%C3%B3nlimpieza-de-benecito-xvi.html
Eso supone el 0,045 %. No el 4%, ni el 0,4% sino el 0,0447%
El dato lo ofrece el veterano periodista Luigi Accattoli en un artículo publicado en Liberal (9 de marzo 2010)
["Ora è il turno della Germania e la fiamma raddoppia perché il Papa è tedesco. In Germania dal 1995 sono stati denunciati 210 mila casi di abusi su minori e quelli coinvolgenti la Chiesa cattolica sarebbero 94: ce n’è per tutti.
http://www.liberal.it/media/340307/09_03_liberal_10.pdf]
Antes de seguir adelante, subrayo -para evitar equívocos- lo que ya he dicho aquí varias veces: un solo caso ya es demasiado. No se trata, por tanto, de hacer un ranking ni de ver quien se ha comportado peor. Pero al mismo tiempo, es preciso reconocer que -a juzgar por los titulares de prensa de estos días-, se diría que la gran bestia negra es la Iglesia católica y sus depravados ministros.
“Es fácil explicar el ensañamiento de los medios sobre el clero católico”, dice Accattoli. “El mundo de los periodistas apoya espontáneamente la 'revolución sexual' e individua fácilmente en el clero católico la mayor resistencia a tal orientación, de aquí el ímpetu con el que da resalto -si puede- a las contradicciones”. Es una observación interesante de una persona que lleva cuarenta años trabajando en diarios como La Repubblica y Corriere della Sera.
Dejando de lado lo que puedan decir o hacer los demás, resulta admirable la "operación limpieza" que está llevando a cabo Benedicto XVI, de la que ya habló en el memorable Via Crucis de 2005 (escrito por el cardenal Ratzinger y seguido por Juan Pablo II, pocos días antes de morir, desde la capilla de su apartamento)."
http://www.laiglesiaenlaprensa.com/2010/03/operaci%C3%B3nlimpieza-de-benecito-xvi.html
martes, 16 de marzo de 2010
Aclaraciones de la Iglesia ante los continuos señalamientos de la prensa
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 15 de marzo de 2010.- Publicamos el artículo que con el título "El rigor de Benedicto XVI contra la suciedad en la Iglesia" ha publicado el 14 de marzo, en la edición italiana de "L'Osservatore Romano", Monseñor Giuseppe Versaldi, Obispo de Alejandría (norte de Italia), profesor emérito de Derecho Canónico y Psicología en la Universidad Pontificia Gregoriana.
* * *
Es oportuno hacer algunas aclaraciones sobre los abusos sexuales contra menores de edad que en el pasado han sido realizados por personas pertenecientes al clero católico y que ahora, especialmente en algunos países, están saliendo a la luz con gran espacio en muchos medios de comunicación. Ante todo, hay que confirmar la condena sin reservas de estos delitos gravísimos que son repugnantes para la conciencia de cualquier persona. Si además estos crímenes son cometidos por personas que desempeñan un papel en la Iglesia, personas en las que se pone una especial confianza por parte de los fieles y en particular de los niños, entonces el escándalo es aún más grave y condenable. La Iglesia no pretende tolerar ninguna incertidumbre sobre la condena del delito ni sobre el alejamiento del ministerio de quien se mancha con tanta infamia, junto a la justa reparación con las víctimas.
Confirmada esta posición, hay que subrayar un ensañamiento con la Iglesia católica, como si fuera la institución en la que con más frecuencia se comenten estos abusos Por amor a la verdad hay que decir que el número de sacerdotes culpables de estos abusos en América del Norte, donde se han registrado el mayor número de casos, es muy reducido y es todavía inferior en Europa. Si esto replantea cuantitativamente el fenómeno, no atenúa de ningún modo su condena ni la lucha por extirparlo, pues el sacerdocio exige que accedan únicamente personas humana y espiritualmente maduras. Aunque sólo se diera un caso de abuso por parte de un sacerdote sería inaceptable.
Sin embargo, no se puede dejar de constatar que la imagen negativa atribuida a la Iglesia católica a causa de estos delitos parece exagerada. Además, hay quien atribuye al celibato de los sacerdotes católicos la causa de los comportamientos desviados, mientras que está comprobado que no existe ninguna relación de causa: ante todo, porque es sabido que los abusos sexuales sobre los menores de edad están más difundidos entre los laicos y los casados que entre el clero célibe; en segundo lugar, los datos de las investigaciones revelan que los sacerdotes culpables de abusos ya no observaban el celibato.
Pero es todavía más relevante subrayar que la Iglesia católica, a diferencia de la imagen deformada con la que se la quiere presentar, es la institución que ha decidido librar la batalla más clara contra los abusos sexuales contra los menores de edad, comenzando por su interior. En esto hay que reconocer que Benedicto XVI ha dado un impulso decisivo a esta lucha, gracias a su experiencia de más de veinte años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No hay que olvidar que precisamente desde ese observatorio el cardenal Ratzinger ha tenido la posibilidad de seguir los casos de abusos que eran denunciados y ha favorecido una reforma, incluso legislativa, más rigurosa en esta materia.
Ahora, como supremo pastor de la Iglesia, el Papa mantiene en este campo --y no sólo en éste-- un estilo de gobierno que busca la purificación de la Iglesia, eliminando la "suciedad" que se impregna en ella. Benedicto XVI ha demostrado ser un pastor vigilante de su grey, a diferencia de la imagen falseada que le presenta como un estudioso que lo único que hace es escribir libros, y que delegaría a los demás el gobierno de la Iglesia, según el cliché que algunos quieren ponerle, por desgracia incluso desde dentro de la jerarquía católica. Gracias al mayor rigor del Papa, diferentes conferencia episcopales están aclarando los casos de abusos sexuales, y colaborando con las autoridades civiles para hacer justicia a las víctimas.
Es por tanto paradójico presentar a la Iglesia como si fuera la responsable de los abusos contra los menores de edad e injusto no reconocerle a ella, y en especial a Benedicto XVI, el mérito de una batalla abierta y decidida contra los delitos cometidos por sus sacerdotes. A esta paradoja se le añade otra: cuando a Iglesia establece sabiamente normas más severas para prevenir el acceso de personas inmaduras en el campo sexual, en general, es atacada y criticada por ese mismo sector que la presenta como la principal responsable de los abusos contra menores de edad. La línea rigurosa y clara asumida por la Santa Sede tiene que ser acogida por la Iglesia, y no sólo por la Iglesia, para garantizar la verdad, la justicia y la caridad hacia todos.
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]
Fuente Zenit.org
* * *
Es oportuno hacer algunas aclaraciones sobre los abusos sexuales contra menores de edad que en el pasado han sido realizados por personas pertenecientes al clero católico y que ahora, especialmente en algunos países, están saliendo a la luz con gran espacio en muchos medios de comunicación. Ante todo, hay que confirmar la condena sin reservas de estos delitos gravísimos que son repugnantes para la conciencia de cualquier persona. Si además estos crímenes son cometidos por personas que desempeñan un papel en la Iglesia, personas en las que se pone una especial confianza por parte de los fieles y en particular de los niños, entonces el escándalo es aún más grave y condenable. La Iglesia no pretende tolerar ninguna incertidumbre sobre la condena del delito ni sobre el alejamiento del ministerio de quien se mancha con tanta infamia, junto a la justa reparación con las víctimas.
Confirmada esta posición, hay que subrayar un ensañamiento con la Iglesia católica, como si fuera la institución en la que con más frecuencia se comenten estos abusos Por amor a la verdad hay que decir que el número de sacerdotes culpables de estos abusos en América del Norte, donde se han registrado el mayor número de casos, es muy reducido y es todavía inferior en Europa. Si esto replantea cuantitativamente el fenómeno, no atenúa de ningún modo su condena ni la lucha por extirparlo, pues el sacerdocio exige que accedan únicamente personas humana y espiritualmente maduras. Aunque sólo se diera un caso de abuso por parte de un sacerdote sería inaceptable.
Sin embargo, no se puede dejar de constatar que la imagen negativa atribuida a la Iglesia católica a causa de estos delitos parece exagerada. Además, hay quien atribuye al celibato de los sacerdotes católicos la causa de los comportamientos desviados, mientras que está comprobado que no existe ninguna relación de causa: ante todo, porque es sabido que los abusos sexuales sobre los menores de edad están más difundidos entre los laicos y los casados que entre el clero célibe; en segundo lugar, los datos de las investigaciones revelan que los sacerdotes culpables de abusos ya no observaban el celibato.
Pero es todavía más relevante subrayar que la Iglesia católica, a diferencia de la imagen deformada con la que se la quiere presentar, es la institución que ha decidido librar la batalla más clara contra los abusos sexuales contra los menores de edad, comenzando por su interior. En esto hay que reconocer que Benedicto XVI ha dado un impulso decisivo a esta lucha, gracias a su experiencia de más de veinte años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. No hay que olvidar que precisamente desde ese observatorio el cardenal Ratzinger ha tenido la posibilidad de seguir los casos de abusos que eran denunciados y ha favorecido una reforma, incluso legislativa, más rigurosa en esta materia.
Ahora, como supremo pastor de la Iglesia, el Papa mantiene en este campo --y no sólo en éste-- un estilo de gobierno que busca la purificación de la Iglesia, eliminando la "suciedad" que se impregna en ella. Benedicto XVI ha demostrado ser un pastor vigilante de su grey, a diferencia de la imagen falseada que le presenta como un estudioso que lo único que hace es escribir libros, y que delegaría a los demás el gobierno de la Iglesia, según el cliché que algunos quieren ponerle, por desgracia incluso desde dentro de la jerarquía católica. Gracias al mayor rigor del Papa, diferentes conferencia episcopales están aclarando los casos de abusos sexuales, y colaborando con las autoridades civiles para hacer justicia a las víctimas.
Es por tanto paradójico presentar a la Iglesia como si fuera la responsable de los abusos contra los menores de edad e injusto no reconocerle a ella, y en especial a Benedicto XVI, el mérito de una batalla abierta y decidida contra los delitos cometidos por sus sacerdotes. A esta paradoja se le añade otra: cuando a Iglesia establece sabiamente normas más severas para prevenir el acceso de personas inmaduras en el campo sexual, en general, es atacada y criticada por ese mismo sector que la presenta como la principal responsable de los abusos contra menores de edad. La línea rigurosa y clara asumida por la Santa Sede tiene que ser acogida por la Iglesia, y no sólo por la Iglesia, para garantizar la verdad, la justicia y la caridad hacia todos.
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]
Fuente Zenit.org
miércoles, 17 de febrero de 2010
Mensaje del Miércoles de Ceniza de Benedicto XVI
Catequesis del Papa Benedicto XVI, durante la Audiencia General celebrada el 17 de febrero del 2010 en el Aula Pablo VI con peregrinos de los cinco continentes
Queridos hermanos y hermanas
Iniciamos hoy, miércoles de Ceniza, el camino cuaresmal: un camino que se extiende durante cuarenta días y que nos lleva a la alegría de la Pascua del Señor. En este itinerario espiritual no estamos solos, porque la Iglesia nos acompaña y nos sostiene desde el principio con la Palabra de Dios, que encierra un programa de vida espiritual y de compromiso penitencial, y con la gracia de los Sacramentos.
Son las palabras del apóstol Pablo las que nos ofrecen una consigna precisa: “os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Pues dice él: 'En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé'. Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación” (2Cor 6,1-2). En verdad, en la visión cristiana de la vida cada momento debe decirse favorable y cada día debe llamarse día de salvación, pero la liturgia de la Iglesia refiere estas palabras de modo muy particular al tiempo de la Cuaresma. Y que los cuarenta días de preparación de la Pascua sean un tiempo favorable y de gracia lo podemos entender precisamente en la llamada que el austero rito de la imposición de las cenizas nos dirige y que se expresa, en la liturgia, con dos fórmulas: “Convertíos y creed en el Evangelio”, y “Recuerda que eres polvo, y al polvo volverás”.
La primera llamada es a la conversión, palabra que hay que tomar en su extraordinaria seriedad, descubriendo la sorprendente novedad que encierra. La llamada a la conversión, de hecho, pone al desnudo y denuncia la fácil superficialidad que caracteriza muy a menudo nuestro modo de vivir. Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida: pero no para un pequeño ajuste, sino con una verdadera y total inversión de la marcha. Conversión es ir contracorriente, donde la “corriente” es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio, que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal o en todo caso prisioneros de la mediocridad moral. Con la conversión, en cambio, se apunta a la medida alta de la vida cristiana, se nos confía al Evangelio vivo y personal, que es Cristo Jesús. Su persona es la meta final y el sentido profundo de la conversión, él es el camino sobre el que estamos llamados a caminar en la vida, dejándonos iluminar por su luz y sostener por su fuerza que mueve nuestros pasos. De esta forma la conversión manifiesta su rostro más espléndido y fascinante: no es una simple decisión moral, que rectificar nuestra conducta de vida, sino que es una decisión de fe, que nos implica enteramente en la comunión íntima con la persona viva y concreta de Jesús. Convertirse y creer en el Evangelio no son dos cosas distintas o de alguna forma sólo cercanas entre sí, sino que expresan la misma realidad. La conversión es el "sí" total de quien entrega su propia existencia al Evangelio, respondiendo libremente a Cristo, que primero se ofreció al hombre como camino, verdad y vida, como aquel que lo libera y lo salva. Precisamente este es el sentido de las primeras palabras con las que, según el evangelista Marcos, Jesús abre la predicación del “Evangelio de Dios”: “"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15).
El "convertíos y creed en el Evangelio" no está solo en el inicio de la vida cristiana, sino que acompaña todos sus pasos, permanece renovándose y se difunde ramificándose en todas sus expresiones. Cada día es momento favorable de gracia, porque cada día nos invita a entregarnos a Jesús, a tener confianza en Él, a permanecer en Él, a compartir su estilo de vida, a aprender de Él el amor verdadero, a seguirle en el cumplimiento cotidiano de la voluntad del Padre, la única gran ley de vida. Cada día, aún cuando no faltan las dificultades y las fatigas, los cansancios y las caídas, aún cuando estamos tentados de abandonar el camino de seguimiento de Cristo y de cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro egoísmo, sin darnos cuenta de la necesidad que tenemos de abrirnos al amor de Dios en Cristo, para vivir la misma lógica de justicia y de amor. En el reciente Mensaje para la Cuaresma he querido recordar que “se necesita humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo 'mío', para darme gratuitamente lo 'suyo'. Esto sucede particularmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias al amor de Cristo, podemos entrar en la justicia 'más grande', que es la del amor (cfr Rm 13,8-10), la justicia de quien se siente en todo momento más deudor que acreedor, porque ha recibido más de cuanto podía esperar" (L'Oss. Rom. 5 de febrero de 2010, p. 8).
El momento favorable y de gracia de la Cuaresma nos muestra el propio significado espiritual también a través de la antigua fórmula: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, que el sacerdote pronuncia cuando impone sobre nuestra cabeza un poco de ceniza. Somos así remitidos a los inicios de la historia humana, cuando el Señor dijo a Adán tras la culpa de los orígenes: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás" (Gen 3,19). Aquí, la palabra de Dios nos recuerda nuestra fragilidad, incluso nuestra muerte, que es su forma extrema. Frente al innato miedo del fin, y aún más en el contexto de una cultura que de tantas formas tiende a censurar la realidad y la experiencia humana del morir, la liturgia cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte invitándonos al realismo y a la sabiduría, pero, por otro lado, nos empuja sobre todo a coger y a vivir la novedad inesperada de que la fe cristiana libera de la realidad de la misma muerte.
El hombre es polvo y al polvo volverá, pero es polvo precioso a los ojos de Dios, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad. Así la fórmula litúrgica “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” encuentra la plenitud de su significado en referencia al nuevo Adán, Cristo. También el Señor Jesús quiso libremente compartir con cada hombre la suerte de a fragilidad, en particular a través de su muerte en cruz; pero precisamente esta muerte, llena de su amor por el Padre y por la humanidad, ha sido el camino para la resurrección gloriosa, a través de la cual Cristo se ha convertido en fuente de una gracia dada a cuantos creen en Él y son hechos partícipes de la misma vida divina. Esta vida que no tendrá fin está ya presente en la fase terrena de nuestra existencia, pero será llevada a cumplimiento tras la “resurrección de la carne” El pequeño gesto de la imposición de las cenizas nos revela la singular riqueza de su significado: es una invitación a recorrer el tiempo de Cuaresma como una inmersión más consciente y más intensa en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y su resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad, que de la Eucaristía nace y en la que encuentra su cumplimiento. Con la imposición de las cenizas renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús, de dejarnos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien, ara hacer morir nuestro “hombre viejo” ligado al pecado y hacer nacer al “hombre nuevo” transformado por la gracia de Dios.
¡Queridos amigos! Mientras nos apresuramos a emprender el austero camino cuaresmal, queremos invocar con particular confianza la protección y el auxilio de la Virgen María. Que sea Ella, la primera creyente en Cristo, quien nos acompañe en estos cuarenta días de intensa oración y de sincera penitencia, para llegar a celebrar, purificados y completamente renovados en la mente y en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo.
¡Buena Cuaresma a todos!
©Libreria Editrice Vaticana
Queridos hermanos y hermanas
Iniciamos hoy, miércoles de Ceniza, el camino cuaresmal: un camino que se extiende durante cuarenta días y que nos lleva a la alegría de la Pascua del Señor. En este itinerario espiritual no estamos solos, porque la Iglesia nos acompaña y nos sostiene desde el principio con la Palabra de Dios, que encierra un programa de vida espiritual y de compromiso penitencial, y con la gracia de los Sacramentos.
Son las palabras del apóstol Pablo las que nos ofrecen una consigna precisa: “os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Pues dice él: 'En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé'. Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación” (2Cor 6,1-2). En verdad, en la visión cristiana de la vida cada momento debe decirse favorable y cada día debe llamarse día de salvación, pero la liturgia de la Iglesia refiere estas palabras de modo muy particular al tiempo de la Cuaresma. Y que los cuarenta días de preparación de la Pascua sean un tiempo favorable y de gracia lo podemos entender precisamente en la llamada que el austero rito de la imposición de las cenizas nos dirige y que se expresa, en la liturgia, con dos fórmulas: “Convertíos y creed en el Evangelio”, y “Recuerda que eres polvo, y al polvo volverás”.
La primera llamada es a la conversión, palabra que hay que tomar en su extraordinaria seriedad, descubriendo la sorprendente novedad que encierra. La llamada a la conversión, de hecho, pone al desnudo y denuncia la fácil superficialidad que caracteriza muy a menudo nuestro modo de vivir. Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida: pero no para un pequeño ajuste, sino con una verdadera y total inversión de la marcha. Conversión es ir contracorriente, donde la “corriente” es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio, que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal o en todo caso prisioneros de la mediocridad moral. Con la conversión, en cambio, se apunta a la medida alta de la vida cristiana, se nos confía al Evangelio vivo y personal, que es Cristo Jesús. Su persona es la meta final y el sentido profundo de la conversión, él es el camino sobre el que estamos llamados a caminar en la vida, dejándonos iluminar por su luz y sostener por su fuerza que mueve nuestros pasos. De esta forma la conversión manifiesta su rostro más espléndido y fascinante: no es una simple decisión moral, que rectificar nuestra conducta de vida, sino que es una decisión de fe, que nos implica enteramente en la comunión íntima con la persona viva y concreta de Jesús. Convertirse y creer en el Evangelio no son dos cosas distintas o de alguna forma sólo cercanas entre sí, sino que expresan la misma realidad. La conversión es el "sí" total de quien entrega su propia existencia al Evangelio, respondiendo libremente a Cristo, que primero se ofreció al hombre como camino, verdad y vida, como aquel que lo libera y lo salva. Precisamente este es el sentido de las primeras palabras con las que, según el evangelista Marcos, Jesús abre la predicación del “Evangelio de Dios”: “"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15).
El "convertíos y creed en el Evangelio" no está solo en el inicio de la vida cristiana, sino que acompaña todos sus pasos, permanece renovándose y se difunde ramificándose en todas sus expresiones. Cada día es momento favorable de gracia, porque cada día nos invita a entregarnos a Jesús, a tener confianza en Él, a permanecer en Él, a compartir su estilo de vida, a aprender de Él el amor verdadero, a seguirle en el cumplimiento cotidiano de la voluntad del Padre, la única gran ley de vida. Cada día, aún cuando no faltan las dificultades y las fatigas, los cansancios y las caídas, aún cuando estamos tentados de abandonar el camino de seguimiento de Cristo y de cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro egoísmo, sin darnos cuenta de la necesidad que tenemos de abrirnos al amor de Dios en Cristo, para vivir la misma lógica de justicia y de amor. En el reciente Mensaje para la Cuaresma he querido recordar que “se necesita humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo 'mío', para darme gratuitamente lo 'suyo'. Esto sucede particularmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias al amor de Cristo, podemos entrar en la justicia 'más grande', que es la del amor (cfr Rm 13,8-10), la justicia de quien se siente en todo momento más deudor que acreedor, porque ha recibido más de cuanto podía esperar" (L'Oss. Rom. 5 de febrero de 2010, p. 8).
El momento favorable y de gracia de la Cuaresma nos muestra el propio significado espiritual también a través de la antigua fórmula: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”, que el sacerdote pronuncia cuando impone sobre nuestra cabeza un poco de ceniza. Somos así remitidos a los inicios de la historia humana, cuando el Señor dijo a Adán tras la culpa de los orígenes: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás" (Gen 3,19). Aquí, la palabra de Dios nos recuerda nuestra fragilidad, incluso nuestra muerte, que es su forma extrema. Frente al innato miedo del fin, y aún más en el contexto de una cultura que de tantas formas tiende a censurar la realidad y la experiencia humana del morir, la liturgia cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte invitándonos al realismo y a la sabiduría, pero, por otro lado, nos empuja sobre todo a coger y a vivir la novedad inesperada de que la fe cristiana libera de la realidad de la misma muerte.
El hombre es polvo y al polvo volverá, pero es polvo precioso a los ojos de Dios, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad. Así la fórmula litúrgica “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” encuentra la plenitud de su significado en referencia al nuevo Adán, Cristo. También el Señor Jesús quiso libremente compartir con cada hombre la suerte de a fragilidad, en particular a través de su muerte en cruz; pero precisamente esta muerte, llena de su amor por el Padre y por la humanidad, ha sido el camino para la resurrección gloriosa, a través de la cual Cristo se ha convertido en fuente de una gracia dada a cuantos creen en Él y son hechos partícipes de la misma vida divina. Esta vida que no tendrá fin está ya presente en la fase terrena de nuestra existencia, pero será llevada a cumplimiento tras la “resurrección de la carne” El pequeño gesto de la imposición de las cenizas nos revela la singular riqueza de su significado: es una invitación a recorrer el tiempo de Cuaresma como una inmersión más consciente y más intensa en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y su resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad, que de la Eucaristía nace y en la que encuentra su cumplimiento. Con la imposición de las cenizas renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús, de dejarnos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien, ara hacer morir nuestro “hombre viejo” ligado al pecado y hacer nacer al “hombre nuevo” transformado por la gracia de Dios.
¡Queridos amigos! Mientras nos apresuramos a emprender el austero camino cuaresmal, queremos invocar con particular confianza la protección y el auxilio de la Virgen María. Que sea Ella, la primera creyente en Cristo, quien nos acompañe en estos cuarenta días de intensa oración y de sincera penitencia, para llegar a celebrar, purificados y completamente renovados en la mente y en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo.
¡Buena Cuaresma a todos!
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lunes, 15 de febrero de 2010
Tierra de Penumbras
Amor y Dolor en C. S. Lewis
"Tierras de penumbra", de Richard Attenborough
En este principio de siglo, inesperado barrendero de utopías, mucha gente se ha quedado sin respuestas a las preguntas cruciales. La cuestión es decisiva. Pues lo mismo que hunde a algunos en la desesperanza puede abrir a otros horizontes sobrenaturales. Es lo que muestra, magistralmente, Richard Attenborough en su película, Tierras de penumbra (Shadowlands). A través de ella acerca al gran público la vida y obra del escritor inglés C. S. Lewis, uno de los más destacados apologistas cristianos del siglo XX. Sus preciosas imágenes ofrecen una sugestiva mirada al dolor que comporta la entrega al amor.
“Tierras de penumbra” describe una historia de amor: la que mantuvieron en los años cincuenta C. S. Lewis (Anthony Hopkins) y la poetisa norteamericana Helen Joy Gresham (Debra Winger). Joy, de origen judío, se había convertido al cristianismo influida en gran medida por las obras de Lewis. Tras varios años de relación epistolar, Joy visita por vez primera a Lewis en 1952. Al año siguiente, tras divorciarse de su marido alcohólico, el también escritor William Gresham, Joy se instala definitivamente en Inglaterra con sus dos hijos.
Desde ese momento, el trato entre Joy y Lewis se intensifica, sin salirse inicialmente de los límites de una amistad puramente intelectual. Pero en 1956 se diagnostica a Joy un grave cáncer óseo. Lewis acepta entonces un singular matrimonio civil de conveniencia para que Joy pueda obtener la nacionalidad británica. Poco a poco, el sesudo y solterón profesor de Oxford se da cuenta de que siente por Joy verdadero amor. Y así, el 21 de marzo de 1957 tiene lugar la boda canónica anglicana en la habitación del hospital donde estaba ingresada Joy. Por aquel entonces, Lewis tenía 59 años; ella, 42.
Joy se recupera momentáneamente, vive con sus dos hijos en la casa de Lewis en Oxford e, incluso, hace con él un viaje a Grecia en la primavera de 1960. Son los años más felices de la vida de ambos. Pero al poco del viaje a Grecia, Joy vuelve a recaer y, finalmente, muere tres meses después.
Esta historia romántica ha sido convertida en guión cinematográfico por William Nicholson, a partir de un trabajo suyo para la televisión británica, más tarde convertido en obra de teatro. En su adaptación -que opta al Oscar-, Nicholson se ha tomado algunas licencias. Entre otras cosas, sólo aparece uno de los hijos de Joy, Douglas (Joseph Mazzello), y no se cita el viaje a Grecia ni la controversia entre el obispo anglicano de Oxford y Lewis por su matrimonio con una divorciada.
Por otro lado, la Joy real era menos atractiva y estaba más avejentada que la que representa en pantalla Debra Winger. Sin embargo, estas licencias y omisiones no afectan decisivamente a los elementos fundamentales de la historia real.
Supuesta soledad
La película presenta a Lewis como un profesor cauteloso que vive "encerrado en la cárcel de sí mismo", lee profusamente "para saber que no está solo" y organiza su vida privada para que nadie pueda tocarla. A pesar de sus encendidas proclamas, tiene miedo a darse del todo a los demás, a dejarse llevar por las emociones o las pasiones humanas, aunque sean nobles. Porque sabe que la alegría de amar de verdad pasa de un modo u otro por saborear también el regusto amargo del dolor.
Quizá en este punto la película desfigura un poco la realidad. Sin duda, el hermético ambiente académico de Oxford -muy bien descrito en el film- y su propio carácter introvertido marcaron la personalidad de Lewis. Pero no hay que olvidar que en aquellos años ya era muy popular, que participaba en una animada tertulia de escritores y que siempre consideró y vivió la amistad -así lo señaló en Los cuatro amores- como "uno de los platos fuertes en el banquete de la vida".
Estas ideas se apuntan en la película, pero no se desarrollan. También queda en simple esbozo -aunque de gran vigor- el trabajo de Lewis como educador y como novelista de éxito, sobre todo a través de su famosa saga infantil Las crónicas de Narnia. Ha preferido Attenborough diseccionar a fondo su encuentro, gozoso y trágico a la vez, con el amor y la muerte.
El cincel de Dios
En efecto, esa supuesta soledad de Lewis se ve trágicamente rota con su relación con Joy Gresham, que, a diferencia de él, es pura vitalidad. En un principio, la muerte de Joy hizo tambalearse incluso las firmes convicciones religiosas de Lewis, como él mismo reconoció con desgarrada sinceridad en su obra Una pena observada. Sin embargo, el choque con el sufrimiento le serviría finalmente para madurar su fe.
Él ya sabía la teoría. Así, a lo largo del film, se ve a Lewis desarrollar en conferencias dos ideas clave en torno al dolor. Por un lado, señala que "el sufrimiento es el cincel que Dios emplea para perfeccionar al hombre". Por otro, defiende que es precisamente el sufrimiento el que "nos lanza al mundo de los demás". Pero será al sentir en propia carne el dolor por la muerte de un ser amado cuando Lewis comprenda el verdadero alcance de sus afirmaciones.
Hondura sin sentimentalismo
Era muy difícil abarcar plenamente la rica personalidad de Lewis, pero su talla humana e intelectual queda patente en la película. En este sentido, la sutilísima y contenida caracterización de Anthony Hopkins resulta magistral; como lo es también la de Debra Winger, que le ha valido la candidatura al Oscar a la mejor actriz.
Por su parte, Richard Attenborough lleva a cabo una primorosa puesta en escena, de ritmo apacible, que permite una sólida definición de caracteres y ambientes. Además, evita con decisión la tendencia hacia el exceso melodramático propio de la historia, a través de un punto de vista en el que la reflexión domina siempre sobre el sentimentalismo.
En el aspecto formal, Attenborough ha jugado con acierto la baza de la humildad: su cámara deja en todo momento que se luzcan los actores y que resplandezcan con luz propia los certeros diálogos. El premio es que sus encuadres y movimientos de cámara -a veces muy sugestivos-, así como su cuidado envoltorio fotográfico (Roger Pratt) y musical (George Fenton), acaban revelando su perfección técnica y su hondura artística.
A los expertos en Lewis quizá les sepa a poco la película: hay tantos temas interesantes que no trata... Pero no se puede negar que es una auténtica obra de arte. Porque su belleza formal es reflejo de una profunda verdad: la que se refiere a la dignidad, la trascendencia y la capacidad de amor, solidaridad y sacrificio del ser humano.
A pesar del título, no hay ni rastro de pesimismo en las conclusiones: la película acaba siendo una enérgica afirmación de la vida. Como decía el propio C. S. Lewis, "vivimos en tierras de penumbra"; pero "hay luz en la oscuridad".
Jerónimo José Martín: Entender el sufrimiento
Tierras de penumbra es una película singular, porque ofrece frontalmente una reflexión seria sobre el sentido del dolor. Naturalmente, en una película no hay tiempo para mucho, pero el esquema es nítido, veraz, fuera de toda ñoñería y de toda tonta incredulidad.
Vemos a C. S. Lewis, conferenciante de temas cristianos, tratando con frecuencia el tema del dolor. Aparecen muchos de los argumentos cristianos verdaderos, pero repetidos con frecuencia sin haberlos experimentado. Esa posición de Lewis puede verse en su libro El problema del dolor (1). Ideas como ésta: "Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestros dolores: es su megáfono para despertar a un mundo sordo".
Pues bien: muere, de cáncer, su esposa Joy Gresham. Y aquel hombre, que hablaba muy bien del amor, pero que no había querido con locura a nadie, salvo a su Joy, se da cuenta de que la mayoría de las cosas que ha escrito y predicado sobre la aceptación del dolor suenan literalmente a música celestial.
En esa circunstancia, escribe unos cuadernos con sus doloridas impresiones ante la muerte de su esposa -designada en ellos como H.- y sus quejas dirigidas a Dios. Después de la película he vuelto a leer ese libro -Una pena observada (2)- y sigo pensando que esa obra es como una vacuna. Y que deberían leerla -por desgracia, está agotada- todas las personas que han sentido a veces chirriar algo en su interior cuando "el consuelo de la religión" es presentado como una cadena de tópicos.
Una vacuna
Lewis rectifica después sus quejas iniciales contra Dios, pero pienso que no como un final feliz, sino en otro plano, difícil incluso de explicar, pero real, profundo, de verdadera raíz de fe. Esa fe que no tiene necesariamente que pasar por la prueba, pero de la que no puede excluirse la dureza desgarradora de la prueba.
No es que Lewis se rebele contra Dios. No es, ni a distancia, de esos que escriben una vez más que "después de Auschwitz no se puede creer en Dios". O de ésos que siguen con el tópico de que "después de la muerte de un niño inocente es imposible escribir poesía". Es una vacuna contra la superficialidad religiosa.
Lo que se puede ver en “Una pena observada” no es que Lewis no entienda la muerte de Joy: la muerte es lo primero que se entiende cuando se llega a la edad adulta. Lo corriente es la muerte.
Lo que no se entiende es que te tengas que quedar sin los momentos de alguien a quien amas en cada momento. En la película hay una escena memorable, en la que el hijo de Joy y Lewis lloran en el desván, lloran sin consuelo posible, porque no pueden admitir que Joy no esté: quieren verla. Y esa palabra, verla, da idea de todo el dolor, del imparable dolor.
La cuestión no es tanto que en el amor de Lewis (y en el de tantos casos semejantes, en el dolor de gente con fe) hubiera un desorden, por el que colocaba a Joy por encima de Dios. Era el hueco que deja el amor, el desgarrón de la ausencia, el muñón del sentimiento... Algo especialmente doloroso cuando, además, Joy era una persona activa, sin tontas pudibundeces, con una energía insólita. Ella supo morir con más fortaleza de la que tuvo Lewis al soportar la terrible ausencia.
"No entendéis"
En la última parte de Una pena observada, Lewis llega a una situación de mayor conformidad con la voluntad de Dios, siempre sin tópicos baratos. Por así decir, llega a ver un poco las cosas desde el punto de vista de Dios. Y piensa que Dios no le consuela con los tópicos que a veces usan algunos de sus predicadores, sino que le mete en otro mundo, en otra lógica.
El lenguaje de Lewis es éste: "Cuando le planteo estos dilemas a Dios, no hallo contestación. Aunque más bien es una forma especial de decir: 'No hay contestación'. No es la puerta cerrada. Es más bien como una mirada silenciosa y en realidad no exenta de compasión. Como si Dios moviera la cabeza no a manera de rechazo sino esquivando la cuestión. Como diciendo: 'Cállate, hijo, que no entiendes'". Es la lógica de Dios.
En esa nueva lógica, no se suprime el dolor, ni siquiera se dice que es un "megáfono para despertar a un mundo sordo". En esa nueva lógica todo queda con los tintes duros -pero no tristes- de una muerte que es un mazazo al corazón. Pero se mira a Dios y se llega a pensar, aunque no se digan quizá esas palabras, que "Él sabe más". Por eso puede escribir: "Mis apuntes han tratado de mí, de H. y de Dios. Por ese orden. Exactamente el orden y las proporciones que no deberían haberse dado". El orden que debería haberse dado es, claramente, "Dios, H. y yo".
Dos plagas
Es pensable que, cuando se plantea una nueva evangelización, lo primero que debería hacerse es un esfuerzo nuevo para evitar los viejos tópicos, los refranes repetidos por enésima vez, la simple "técnica de hablar de Dios", como decía San Josemaría Escrivá que les quedaba a algunos que habían echado por la borda todo lo demás. El caso de Lewis, ante un tema crucial como el del sentido del dolor por la muerte de alguien a quien se ama con locura, es ejemplar. Tanto en el mismo tema como en el tono, en el estilo, en la dimensión en la que se sitúa.
Las dos grandes plagas de la religión, desde dentro de la práctica de la misma religión, han sido, desde hace quizá más de dos siglos, el puritanismo y, por decirlo de algún modo, el sacristanismo. El puritanismo, porque ve antes que nada el castigo y el rigor. Y el sacristanismo, porque entiende la religión como algo antes que nada institucional y, dentro de eso, un poco a lo “cosa nostra”.
Son muy frecuentes hoy día las quejas por el contenido inmoral de aquel libro, de esa serie de televisión, de esa película. Pues una vez que se tiene una película inmejorable desde casi cualquier punto de vista, Tierras de penumbra, y un libro que se toma la fe en serio, Una pena observada, sería un poco triste que pasasen inadvertidos, o como simples hechos de los que se habla.
Rafael Gómez Pérez: Un estudio completo y sistemático del pensamiento de Lewis
C. S. Lewis se enmarca en esa rica tradición de apologistas cristianos -Chesterton, Belloc, Knox, Sayers...- que el mundo anglosajón ha dado en los dos últimos siglos. Como ellos, Lewis fue un autor polifacético que, desde su perspectiva anglicana, intentó en todas sus obras traducir al gran público la doctrina cristiana, a través de un aplastante y profundo sentido común.
Si se tiene en cuenta la amplitud y popularidad de la obra de Lewis -es uno de los autores de lengua inglesa más leídos-, se comprende lo difícil que es hacer un estudio completo y sistemático de su pensamiento. Es la tarea que han afrontado -con hondura, ponderación y claridad- los hermanos María Dolores y José Miguel Odero en C. S. Lewis y la imagen del hombre (3), la primera obra en castellano de estas características. Se nota en el libro la sólida formación teológica y humanística de sus autores: ambos son doctores en Teología; además, ella es licenciada en Medicina y él doctor en Filosofía y profesor en la Universidad de Navarra.
El libro se estructura en cinco capítulos. El primero ofrece una pormenorizada semblanza de C. S. Lewis, la más amplia publicada hasta el momento en castellano. El segundo capítulo hace un apretado repaso de las principales obras de Lewis, de modo que sirve para definir a grandes rasgos su trayectoria espiritual y humanística. Así, prepara al lector para enfrentarse en los siguientes capítulos a la antropología, la teología y la concepción de la literatura de C. S. Lewis, siempre desde la perspectiva de sus sólidas convicciones cristianas. Completa el volumen una amplia bibliografía.
Sin disimular su admiración por Lewis, los hermanos Odero destacan la hondura del pensamiento del autor inglés, así como la elegancia de su estilo, su rica imaginación y su afilado sentido del humor. Estas características ponen de manifiesto también la actualidad de su obra, progresivamente revalorizada con el paso del tiempo. Pocos escritores tienen el honor de ser traducidos o citados habitualmente por gente de la talla de Josef Pieper, Robert Spaemann o el propio Card. Ratzinger (S.S.Benedicto XVI).
Pero los autores no se quedan en simples alabanzas; también analizan a fondo las deficiencias -sobre todo filosóficas y teológicas- del pensamiento de Lewis. En este punto, y a pesar de la ortodoxia casi general de sus escritos, queda patente la formación anglicana de Lewis y sus prejuicios contra el catolicismo.
En todo caso, el libro muestra el enorme valor, sobre todo apologético, de los escritos de C. S. Lewis. Como señalaba uno de sus mejores críticos, H. Hyslop, "a pesar de sus defectos, Lewis hizo más que otros muchos al esforzarse por explicar la herencia cristiana a una generación mal instruida y equivocada".
Jerónimo José Martín (1) C. S. Lewis. El problema del dolor. Editorial Universitaria. Santiago de Chile (1990). 163 págs. (2) C. S. Lewis. Una pena observada. Versión de Carmen Martín Gaite. Trieste. Madrid (1989). 80 págs. (3) María Dolores Odero y José Miguel Odero. C. S. Lewis y la imagen del hombre. EUNSA. Pamplona (1994). 427 páginas.
"Tierras de penumbra", de Richard Attenborough
En este principio de siglo, inesperado barrendero de utopías, mucha gente se ha quedado sin respuestas a las preguntas cruciales. La cuestión es decisiva. Pues lo mismo que hunde a algunos en la desesperanza puede abrir a otros horizontes sobrenaturales. Es lo que muestra, magistralmente, Richard Attenborough en su película, Tierras de penumbra (Shadowlands). A través de ella acerca al gran público la vida y obra del escritor inglés C. S. Lewis, uno de los más destacados apologistas cristianos del siglo XX. Sus preciosas imágenes ofrecen una sugestiva mirada al dolor que comporta la entrega al amor.
“Tierras de penumbra” describe una historia de amor: la que mantuvieron en los años cincuenta C. S. Lewis (Anthony Hopkins) y la poetisa norteamericana Helen Joy Gresham (Debra Winger). Joy, de origen judío, se había convertido al cristianismo influida en gran medida por las obras de Lewis. Tras varios años de relación epistolar, Joy visita por vez primera a Lewis en 1952. Al año siguiente, tras divorciarse de su marido alcohólico, el también escritor William Gresham, Joy se instala definitivamente en Inglaterra con sus dos hijos.
Desde ese momento, el trato entre Joy y Lewis se intensifica, sin salirse inicialmente de los límites de una amistad puramente intelectual. Pero en 1956 se diagnostica a Joy un grave cáncer óseo. Lewis acepta entonces un singular matrimonio civil de conveniencia para que Joy pueda obtener la nacionalidad británica. Poco a poco, el sesudo y solterón profesor de Oxford se da cuenta de que siente por Joy verdadero amor. Y así, el 21 de marzo de 1957 tiene lugar la boda canónica anglicana en la habitación del hospital donde estaba ingresada Joy. Por aquel entonces, Lewis tenía 59 años; ella, 42.
Joy se recupera momentáneamente, vive con sus dos hijos en la casa de Lewis en Oxford e, incluso, hace con él un viaje a Grecia en la primavera de 1960. Son los años más felices de la vida de ambos. Pero al poco del viaje a Grecia, Joy vuelve a recaer y, finalmente, muere tres meses después.
Esta historia romántica ha sido convertida en guión cinematográfico por William Nicholson, a partir de un trabajo suyo para la televisión británica, más tarde convertido en obra de teatro. En su adaptación -que opta al Oscar-, Nicholson se ha tomado algunas licencias. Entre otras cosas, sólo aparece uno de los hijos de Joy, Douglas (Joseph Mazzello), y no se cita el viaje a Grecia ni la controversia entre el obispo anglicano de Oxford y Lewis por su matrimonio con una divorciada.
Por otro lado, la Joy real era menos atractiva y estaba más avejentada que la que representa en pantalla Debra Winger. Sin embargo, estas licencias y omisiones no afectan decisivamente a los elementos fundamentales de la historia real.
Supuesta soledad
La película presenta a Lewis como un profesor cauteloso que vive "encerrado en la cárcel de sí mismo", lee profusamente "para saber que no está solo" y organiza su vida privada para que nadie pueda tocarla. A pesar de sus encendidas proclamas, tiene miedo a darse del todo a los demás, a dejarse llevar por las emociones o las pasiones humanas, aunque sean nobles. Porque sabe que la alegría de amar de verdad pasa de un modo u otro por saborear también el regusto amargo del dolor.
Quizá en este punto la película desfigura un poco la realidad. Sin duda, el hermético ambiente académico de Oxford -muy bien descrito en el film- y su propio carácter introvertido marcaron la personalidad de Lewis. Pero no hay que olvidar que en aquellos años ya era muy popular, que participaba en una animada tertulia de escritores y que siempre consideró y vivió la amistad -así lo señaló en Los cuatro amores- como "uno de los platos fuertes en el banquete de la vida".
Estas ideas se apuntan en la película, pero no se desarrollan. También queda en simple esbozo -aunque de gran vigor- el trabajo de Lewis como educador y como novelista de éxito, sobre todo a través de su famosa saga infantil Las crónicas de Narnia. Ha preferido Attenborough diseccionar a fondo su encuentro, gozoso y trágico a la vez, con el amor y la muerte.
El cincel de Dios
En efecto, esa supuesta soledad de Lewis se ve trágicamente rota con su relación con Joy Gresham, que, a diferencia de él, es pura vitalidad. En un principio, la muerte de Joy hizo tambalearse incluso las firmes convicciones religiosas de Lewis, como él mismo reconoció con desgarrada sinceridad en su obra Una pena observada. Sin embargo, el choque con el sufrimiento le serviría finalmente para madurar su fe.
Él ya sabía la teoría. Así, a lo largo del film, se ve a Lewis desarrollar en conferencias dos ideas clave en torno al dolor. Por un lado, señala que "el sufrimiento es el cincel que Dios emplea para perfeccionar al hombre". Por otro, defiende que es precisamente el sufrimiento el que "nos lanza al mundo de los demás". Pero será al sentir en propia carne el dolor por la muerte de un ser amado cuando Lewis comprenda el verdadero alcance de sus afirmaciones.
Hondura sin sentimentalismo
Era muy difícil abarcar plenamente la rica personalidad de Lewis, pero su talla humana e intelectual queda patente en la película. En este sentido, la sutilísima y contenida caracterización de Anthony Hopkins resulta magistral; como lo es también la de Debra Winger, que le ha valido la candidatura al Oscar a la mejor actriz.
Por su parte, Richard Attenborough lleva a cabo una primorosa puesta en escena, de ritmo apacible, que permite una sólida definición de caracteres y ambientes. Además, evita con decisión la tendencia hacia el exceso melodramático propio de la historia, a través de un punto de vista en el que la reflexión domina siempre sobre el sentimentalismo.
En el aspecto formal, Attenborough ha jugado con acierto la baza de la humildad: su cámara deja en todo momento que se luzcan los actores y que resplandezcan con luz propia los certeros diálogos. El premio es que sus encuadres y movimientos de cámara -a veces muy sugestivos-, así como su cuidado envoltorio fotográfico (Roger Pratt) y musical (George Fenton), acaban revelando su perfección técnica y su hondura artística.
A los expertos en Lewis quizá les sepa a poco la película: hay tantos temas interesantes que no trata... Pero no se puede negar que es una auténtica obra de arte. Porque su belleza formal es reflejo de una profunda verdad: la que se refiere a la dignidad, la trascendencia y la capacidad de amor, solidaridad y sacrificio del ser humano.
A pesar del título, no hay ni rastro de pesimismo en las conclusiones: la película acaba siendo una enérgica afirmación de la vida. Como decía el propio C. S. Lewis, "vivimos en tierras de penumbra"; pero "hay luz en la oscuridad".
Jerónimo José Martín: Entender el sufrimiento
Tierras de penumbra es una película singular, porque ofrece frontalmente una reflexión seria sobre el sentido del dolor. Naturalmente, en una película no hay tiempo para mucho, pero el esquema es nítido, veraz, fuera de toda ñoñería y de toda tonta incredulidad.
Vemos a C. S. Lewis, conferenciante de temas cristianos, tratando con frecuencia el tema del dolor. Aparecen muchos de los argumentos cristianos verdaderos, pero repetidos con frecuencia sin haberlos experimentado. Esa posición de Lewis puede verse en su libro El problema del dolor (1). Ideas como ésta: "Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestros dolores: es su megáfono para despertar a un mundo sordo".
Pues bien: muere, de cáncer, su esposa Joy Gresham. Y aquel hombre, que hablaba muy bien del amor, pero que no había querido con locura a nadie, salvo a su Joy, se da cuenta de que la mayoría de las cosas que ha escrito y predicado sobre la aceptación del dolor suenan literalmente a música celestial.
En esa circunstancia, escribe unos cuadernos con sus doloridas impresiones ante la muerte de su esposa -designada en ellos como H.- y sus quejas dirigidas a Dios. Después de la película he vuelto a leer ese libro -Una pena observada (2)- y sigo pensando que esa obra es como una vacuna. Y que deberían leerla -por desgracia, está agotada- todas las personas que han sentido a veces chirriar algo en su interior cuando "el consuelo de la religión" es presentado como una cadena de tópicos.
Una vacuna
Lewis rectifica después sus quejas iniciales contra Dios, pero pienso que no como un final feliz, sino en otro plano, difícil incluso de explicar, pero real, profundo, de verdadera raíz de fe. Esa fe que no tiene necesariamente que pasar por la prueba, pero de la que no puede excluirse la dureza desgarradora de la prueba.
No es que Lewis se rebele contra Dios. No es, ni a distancia, de esos que escriben una vez más que "después de Auschwitz no se puede creer en Dios". O de ésos que siguen con el tópico de que "después de la muerte de un niño inocente es imposible escribir poesía". Es una vacuna contra la superficialidad religiosa.
Lo que se puede ver en “Una pena observada” no es que Lewis no entienda la muerte de Joy: la muerte es lo primero que se entiende cuando se llega a la edad adulta. Lo corriente es la muerte.
Lo que no se entiende es que te tengas que quedar sin los momentos de alguien a quien amas en cada momento. En la película hay una escena memorable, en la que el hijo de Joy y Lewis lloran en el desván, lloran sin consuelo posible, porque no pueden admitir que Joy no esté: quieren verla. Y esa palabra, verla, da idea de todo el dolor, del imparable dolor.
La cuestión no es tanto que en el amor de Lewis (y en el de tantos casos semejantes, en el dolor de gente con fe) hubiera un desorden, por el que colocaba a Joy por encima de Dios. Era el hueco que deja el amor, el desgarrón de la ausencia, el muñón del sentimiento... Algo especialmente doloroso cuando, además, Joy era una persona activa, sin tontas pudibundeces, con una energía insólita. Ella supo morir con más fortaleza de la que tuvo Lewis al soportar la terrible ausencia.
"No entendéis"
En la última parte de Una pena observada, Lewis llega a una situación de mayor conformidad con la voluntad de Dios, siempre sin tópicos baratos. Por así decir, llega a ver un poco las cosas desde el punto de vista de Dios. Y piensa que Dios no le consuela con los tópicos que a veces usan algunos de sus predicadores, sino que le mete en otro mundo, en otra lógica.
El lenguaje de Lewis es éste: "Cuando le planteo estos dilemas a Dios, no hallo contestación. Aunque más bien es una forma especial de decir: 'No hay contestación'. No es la puerta cerrada. Es más bien como una mirada silenciosa y en realidad no exenta de compasión. Como si Dios moviera la cabeza no a manera de rechazo sino esquivando la cuestión. Como diciendo: 'Cállate, hijo, que no entiendes'". Es la lógica de Dios.
En esa nueva lógica, no se suprime el dolor, ni siquiera se dice que es un "megáfono para despertar a un mundo sordo". En esa nueva lógica todo queda con los tintes duros -pero no tristes- de una muerte que es un mazazo al corazón. Pero se mira a Dios y se llega a pensar, aunque no se digan quizá esas palabras, que "Él sabe más". Por eso puede escribir: "Mis apuntes han tratado de mí, de H. y de Dios. Por ese orden. Exactamente el orden y las proporciones que no deberían haberse dado". El orden que debería haberse dado es, claramente, "Dios, H. y yo".
Dos plagas
Es pensable que, cuando se plantea una nueva evangelización, lo primero que debería hacerse es un esfuerzo nuevo para evitar los viejos tópicos, los refranes repetidos por enésima vez, la simple "técnica de hablar de Dios", como decía San Josemaría Escrivá que les quedaba a algunos que habían echado por la borda todo lo demás. El caso de Lewis, ante un tema crucial como el del sentido del dolor por la muerte de alguien a quien se ama con locura, es ejemplar. Tanto en el mismo tema como en el tono, en el estilo, en la dimensión en la que se sitúa.
Las dos grandes plagas de la religión, desde dentro de la práctica de la misma religión, han sido, desde hace quizá más de dos siglos, el puritanismo y, por decirlo de algún modo, el sacristanismo. El puritanismo, porque ve antes que nada el castigo y el rigor. Y el sacristanismo, porque entiende la religión como algo antes que nada institucional y, dentro de eso, un poco a lo “cosa nostra”.
Son muy frecuentes hoy día las quejas por el contenido inmoral de aquel libro, de esa serie de televisión, de esa película. Pues una vez que se tiene una película inmejorable desde casi cualquier punto de vista, Tierras de penumbra, y un libro que se toma la fe en serio, Una pena observada, sería un poco triste que pasasen inadvertidos, o como simples hechos de los que se habla.
Rafael Gómez Pérez: Un estudio completo y sistemático del pensamiento de Lewis
C. S. Lewis se enmarca en esa rica tradición de apologistas cristianos -Chesterton, Belloc, Knox, Sayers...- que el mundo anglosajón ha dado en los dos últimos siglos. Como ellos, Lewis fue un autor polifacético que, desde su perspectiva anglicana, intentó en todas sus obras traducir al gran público la doctrina cristiana, a través de un aplastante y profundo sentido común.
Si se tiene en cuenta la amplitud y popularidad de la obra de Lewis -es uno de los autores de lengua inglesa más leídos-, se comprende lo difícil que es hacer un estudio completo y sistemático de su pensamiento. Es la tarea que han afrontado -con hondura, ponderación y claridad- los hermanos María Dolores y José Miguel Odero en C. S. Lewis y la imagen del hombre (3), la primera obra en castellano de estas características. Se nota en el libro la sólida formación teológica y humanística de sus autores: ambos son doctores en Teología; además, ella es licenciada en Medicina y él doctor en Filosofía y profesor en la Universidad de Navarra.
El libro se estructura en cinco capítulos. El primero ofrece una pormenorizada semblanza de C. S. Lewis, la más amplia publicada hasta el momento en castellano. El segundo capítulo hace un apretado repaso de las principales obras de Lewis, de modo que sirve para definir a grandes rasgos su trayectoria espiritual y humanística. Así, prepara al lector para enfrentarse en los siguientes capítulos a la antropología, la teología y la concepción de la literatura de C. S. Lewis, siempre desde la perspectiva de sus sólidas convicciones cristianas. Completa el volumen una amplia bibliografía.
Sin disimular su admiración por Lewis, los hermanos Odero destacan la hondura del pensamiento del autor inglés, así como la elegancia de su estilo, su rica imaginación y su afilado sentido del humor. Estas características ponen de manifiesto también la actualidad de su obra, progresivamente revalorizada con el paso del tiempo. Pocos escritores tienen el honor de ser traducidos o citados habitualmente por gente de la talla de Josef Pieper, Robert Spaemann o el propio Card. Ratzinger (S.S.Benedicto XVI).
Pero los autores no se quedan en simples alabanzas; también analizan a fondo las deficiencias -sobre todo filosóficas y teológicas- del pensamiento de Lewis. En este punto, y a pesar de la ortodoxia casi general de sus escritos, queda patente la formación anglicana de Lewis y sus prejuicios contra el catolicismo.
En todo caso, el libro muestra el enorme valor, sobre todo apologético, de los escritos de C. S. Lewis. Como señalaba uno de sus mejores críticos, H. Hyslop, "a pesar de sus defectos, Lewis hizo más que otros muchos al esforzarse por explicar la herencia cristiana a una generación mal instruida y equivocada".
Jerónimo José Martín (1) C. S. Lewis. El problema del dolor. Editorial Universitaria. Santiago de Chile (1990). 163 págs. (2) C. S. Lewis. Una pena observada. Versión de Carmen Martín Gaite. Trieste. Madrid (1989). 80 págs. (3) María Dolores Odero y José Miguel Odero. C. S. Lewis y la imagen del hombre. EUNSA. Pamplona (1994). 427 páginas.
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